domingo, 20 de abril de 2014

Mi álter ego.


Mi álter ego.

 

Soy un gran escritor, o al menos soy de los pocos afortunados que viven de la literatura. ¿El secreto? Tener mucha suerte para conocer la persona adecuada para el gran enchufe en el mercado. Para ganar aún más dinero vendí los derechos de mi libro a un productor de cine importante a nivel comercial. Mi libro habla de mi persona, creé un personaje que era mi álter ego. Yo me llamo Víctor Iniesta Hernández y mi álter ego Santiago Jara Fernández. Los dos fuimos funcionarios de una biblioteca que probaron suerte con la literatura y triunfaron, cinéfilos y grandes creyentes de Baco y Venus. He utilizado mi álter ego en mis tres novelas publicadas hasta la fecha, actualmente estoy escribiendo el cuarto libro y es el mismo personaje. Me encuentro muy cómodo escribiendo sobre mi álter ego, todo rueda sobre ruedas y encima me gano bien la vida. Mi problema es el vicio, me encanta gastar mi dinero en alcohol, puros, ropa, regalos para mujeres o simplemente en mujeres, soy un derrochador nato. Una vez en una noche me gasté cinco mil euros en un casino y luego con mi chica de aquella época nos gastamos mil más en alcohol y sus amigas, eso sí, vaya orgía. Tanto exceso ha tenido sus duras consecuencias, he tenido problemas financieros de no sé que rollo, es lo que me ha contado mi contable. Sin embargo, la vida sopla a favor de los cabrones y parece ser que yo soy uno de ellos, vino el productor de cine ofreciéndome la idea de llevar mi primera novela al cine, yo hasta aquel día siempre me había negado, él sabía que era duro en las negociaciones y pujó fuerte desde principio, no conocía mis problemas económicos, sino seguro que no habría comprado tan alto sabiendo mi desesperación. Nunca ninguna productora me había ofrecido tanto dinero, esa gente tenía mucha esperanza en el éxito de la película. Me dijeron su idea, no era muy buena, pero podía colar. Cogí el dinero y me callé, me avisaron de que me llamarían para ir a un programa de televisión para hablar de la película y todo eso, lo que me faltaba, jamás había mentido al gran público, siempre había sido sincero, no me veía muy capaz, aunque por el dinero más de un católico se ha hecho judío y más de un marxista ha sido nombrado empresario del año. Tenía un poco mal de conciencia por vender mi obra a un productor famoso por sus películas de esnobs, gilipollas y otros así, pero qué otra cosa podía hacer ¿estar sin vicios? Antes vender a mi álter ego. No obstante a él no lo hizo mucha gracia, una noche, que volvía de estar con mi actual pareja de su casa me llamó, estaba sentado en el sofá esperándome con un Cardhu con hielo, desde luego, tonto no era.

-        Víctor…

-        ¿Quién eres? ¿Cómo has entrado?

-        No me conoces.

-        ¡No!

-        Soy yo, Santiago, tu álter ego.

-        Eso es imposible, eres pura imaginación.

-        Recuerda cómo me describiste, soy igual – tenía razón, acepté esa locura.

-        ¿Qué quieres? – pregunté.

-        Me has vendido.

-        ¿Cómo?

-        Me has vendido al primer capullo con dinero que ha pasado por tu casa.

-        El primero no, además voy muy mal de dinero.

-        No bebas tanto, no salgas tanto, deja las joyas y las mujeres.

-        Me gustan demasiado.

-        Tienes un problema.

-        Ninguno, querido Santiago.

-        ¡Víctor! Sabes que van hacer un desastre de nuestra obra.

-        ¿Nuestra obra? Perdona, soy tu padre.

-        No, Víctor. Yo he existido siempre contigo, otra cosa que no me hayas conocido y expulsado hasta hace pocos años, siempre he formado parte de tu yo.

-        ¡Eso es mentira! Te creé en parte de un yo real y otro fantástico. Tienes lo bueno de mí y lo que me gustaría tener para mí y nunca tendré.

-        Déjalo, Víctor, la cuestión es esa película. No van a respetar el mensaje del libro, seguro que me harán el típico enamorado gilipollas de alguna dama virgen.

-        Yo eso no puedo evitarlo, Santiago.

-        Cancélalo.

-        ¡No puedo devolver el dinero! Además ya he gastado parte del dinero.

-        ¡Nunca vas a cambiar!

-        Lo siento, Santiago, no puedo evitarlo.

-        ¿Qué voy hacer? Tendría que matarte.

-        ¿Y tú? No podrías hacer nada.

-        Si me has creado es para cuando el día que mueras, yo siga tu vida.

-        Sí, pero recuerda que aún no he terminado mi obra, todavía no estás construido totalmente tu yo y si sigues así nunca lo va a estar, así que deja hacer esa película.

-        ¡Eres un cabrón!

-        Lo siento, no tengo otro remedio.

-        Yo soy un tipo duro en tu obra, un poco borracho si, un poco golfo, pero sin ser muy hijo puta, caigo bien a la gente, espero que esa obra del celuloide no me destruya.

-        No, Santiago, tranquilo.

La conversación con mi álter ego no me dejo muy tranquilo, de echo tenía razón. Sin embargo, a esas alturas yo ya no podía hacer nada, realmente tenía miedo de ese fracaso. Pero ya sabe el dicho: “de un buen libro sale una mala película, de un mal libro sale una buena película”. Yo siempre he creído que mi libro era bueno. Pasaron los meses, empezó el rodaje de la película y fui invitado. Estuve unos días rondando por ahí, leí un poco el guión, habían matado el espíritu del libro con tan estupidez humana y compresión, cuando mi obra siempre se ha reído de esa calaña. Los actores no eran malos, pero no sentían verdaderamente pasión por sus personajes, el director tenía una idea de los ángulos bastante ridícula en mi opinión, en fin, no volví más al rodaje. Llegó el día de la entrevista, me vendí como Judas, Figo o los políticos. Al principio no me sentía muy bien, no obstante, la película tuvo una buena recaudación de taquilla y gané un poco más de dinero (estaba firmado en el contrato mi diez por cierto de porcentaje de las ganancias), con ese callé un poco mi alma, hasta que volvió Santiago.

 

-        ¡Cabrón! ¡Víctor! Eres un hijo de puta.

-        No me insultes.

-        He visto la película

-        ¿Y qué tal?

-        ¡Horrible! Yo llorando por que una mujer no me querría, eso lo habrás hecho tú que eres débil ¡pero jamás yo! Soy fuerte.

-        Por eso eres de ficción, la gente de verdad se enamora – contraataqué yo.

-        No te digo que no, pero no de esa manera tan estúpida.

-        ¿Por qué dices eso?

-        ¡No me jodas! Crees normal que yo mantenga a toda su familia, en el libro sale bien claro que es por que busco aprovecharme de la familia – era un pesado mi álter ego.

-        Mira – dije para intentar acabar con el tema – tienes razón, pero el error ya está echo, no podemos hacer nada, sigues vivo, Santiago, eso es lo importante.

-        Me has humillado ¿dónde queda mi orgullo?

-        En mi cuenta corriente.

-        Mejor dicho en el coño de alguna tía.

-        Mejor así, Santiago, mejor así, entonces.

-        No, quiero venganza.

Mi álter ego sacó una navaja, no me lo podía creer ¡quería matarme! Le intenté hacer entender que muerto yo, su personalidad no estaría acabada ya que no había terminado nuestra obra, dijo que no le importaba, yo tenía que pagar por mi avaricia. Saltó encima de mí, no pude esquivarlo por culpa del alcohol, intenté sacarlo encima de mí, fue imposible, el resto no lo recuerdo muy bien: un pinchazo, dolor, sangre, desmayo. Me desperté en el hospital, no me remató (es lógico, sino nunca hubiese escrito estas líneas), no sé por qué, quizás se arrepintió. Yo me enfadé mucho, quería venganza, no contra mi álter ego, sino contra mi autor, mi creador. Al fin y al cabo yo era el álter ego del escritor Luis Fernando Ojeda Jara, que había triunfado con su segunda novela: su personaje era su álter ego que a la vez éste creó su propio álter ego en su literatura para triunfar. Se iba a enterar ese cabrón de Luis Fernando, el muy hijo puta, era hombre muerto, nadie me hace daño, ni mis creaciones ni mis creadores.

 

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