Un mal ejemplo para los niños
—En fin… —Sebastián centró sus ojos de nuevo en Juanjo y sonrió
forzosamente, ya que se había perdido en el camino del discurso—. Yo era un
funcionario, trabajaba en el ayuntamiento de Barcelona, no importa de qué. Me
harté de ver cuántas personas entraban por amiguismo o clientelismo, individuos
menos preparados que yo ejercían puestos de responsabilidad importantes, eran
salvados por mi profesionalidad, aunque no cobraba como ellos. Aprendí que en
nuestra España no se sube por competente, hay que tener otras cualidades. —Bebió
el daiquiri, Fidel lo imitó, Juanjo se quedó inmóvil escuchando a ese hombre—. ¿No
bebes? Está bien, como te decía, tenía contacto con la policía por mi tipo de
trabajo, allí conocí a un hombre que me liberó de mis prejuicios, te lo resumiré
para que no te aburras.
»Me enseñó un camino para ganar dinero directamente. ¿Por qué matarme a
trabajar por cuatro duros? El mundo de la cocaína era mucho más productivo, no
te hablo únicamente del polvo blanco, vendemos de todo: heroína, pastillas,
costo, pope… todo lo que exista o se invente en nuestros laboratorios. No me
mires con esa cara, ¿piensas que soy cruel? Se puede decir que en esta empresa
soy el gerente, la mano derecha del único accionista, y me va muy bien. Tengo
una vida holgada, lógicamente ya no trabajo en el ayuntamiento, tengo mis
contactos, siempre es importante, por eso estoy donde estoy.
—Sebastián, por una parte opino como tú, vengo del mundo de la construcción,
he trabajado duro muchos años, me he peleado con niñatos que tenían la carrera
de algo y no tenían ni puta idea, tan solo pensaban en gastar poco dinero en la
obra para embolsarse así más ganancias. Mi mundo era más peliagudo que el tuyo,
más rudo, da igual. Pienso que eso no justifica tu actitud, simplemente eres un
capitalista más, ávido de dinero, que ha construido un océano de excusas. —Juanjo
bebió largamente por primera vez.
—¡Juanjo! —gritó Fidel muerto de miedo—. Nadie habla así a Sebastián.
—No Fidel, tranquilo, tu amigo tiene más valor que tú. Me habías dado a
entender que era un esclavo de su mujer, amigo. La ignorancia curva para abajo
tus dotes de psicoanalista. Juanjo, ¿crees que tienes principios?
—Los principios nacen en la época de bonanza y mueren en el período de
crisis. La verdad es que estoy cansado de todo, de pensar si hago bien o mal,
de decepcionar a mi mujer, claro que me importa su opinión, no voy a vivir como
un soltero sin tenerla en cuenta. Me moriría de vergüenza si se enterasen mis
padres, ellos me enseñaron unos modales, ya no digo nada si mis hijos tienen
que vivir con esa vergüenza.
—Juanjo, Juanjo. —Sebastián subió su tono de voz —. Te enseñaron el
estoicismo, aguantas, te resignas, sucumbes, te dejas pisar. ¿Eso es ser bueno?
A decir verdad, así actúa la mayoría de la sociedad.
—Si actuar bondadosamente es ser tonto, entonces yo he sido tonto durante
muchos años, aunque ahora que conozco los dos caminos, ahora que puedo elegir,
si ellos son libres para comprar mierda, yo soy libre para hacer el bien. Según
tú, opinas que eso es de idiotas, yo creo todo lo contrario, tiene mucho mérito
que haya gente que elija la honradez aun siendo conscientes de que así llegarán
al vacío material.
»El mundo lo domináis los fuertes, sí, es cierto, tenéis muchos perros
interesados como Fidel que os siguen el juego, pero en el mundo somos muchas
personas, también son unos cuantos los que actúan honradamente, a los que les
motiva más el flujo personal que el simple dinero que te robarán en cualquier
momento. Qué mundo el tuyo que se autodestruye, que no puedes confiar en nadie,
de tanto cubrir tu espalda no puedes presenciar una simple salida del sol, una
luna llena, disfrutar un pícnic con los tuyos o ver una película con tu mujer.
»Considero que no eres tonto y lo sabes, por tanto, creo que eres una
persona autodestructiva, caerás tarde o pronto por tu estilo de vida, pero
igualmente lo prefieres, algo que no entiendo.
—¡Juanjo! ¿Cómo puedes hablar así? —Fidel estaba indignado, jamás Juanjo
le había escupido así.
—Fidel, no te metas, es una conversación interesante. Juanjo, no me da
miedo ir a la cárcel, he sido libre hasta ahora. Cuando te he argumentado las
«excusas de océano» no eran mis medicamentos que sirven para que duerma mejor,
los he comentado para ti. Pensaba que eras un alma azotada por la cobardía, no
creía estar ante una persona con dolores éticos.
»Yo soy consciente de que hago el mal y no me arrepiento, puedo vivir
sabiendo que soy malo, es más, siento placer cuando estoy en mi yate o viajo al
mejor hotel de la ciudad que visito. En ningún momento pienso en esos
desgraciados que quieren morirse, ellos sí que son autodestructivos y no tienen
el valor de que una cuchilla les quite de este mundo. Fui un estudiante
excelente, he sido amante de la cultura y aún la amo, fui un buen trabajador
hasta que me harté de ver cómo la mediocridad zanjaba mi carrera profesional,
ellos hacían un acto pícaro típico de nuestro carácter español.
»¿Por qué un hombre con cualidades como yo tendría que estar debajo de
unos mediocres sin conciencia? Si yo fuese como ellos, ascendería a lo más alto
y así ha sido. Ellos en ningún momento pensaban que estaban haciendo algo malo,
por estar introducidos en una especie de clientelismo. Yo estoy solo, es
verdad, no me fío de los que dicen ser mis amigos, ni siquiera de mi esposa. Tengo
tres hijos, de momento no han hecho nada merecedor para que piense mal de
ellos, aunque aun así no me importaría que fuesen mis hijos los que me
destronasen. Sería el hecho de que han aprendido bien la lección, estaría
orgulloso de mi sangre, son mis hijos, al fin y al cabo.
»Sé que alguien como tú no me entiende, tú crees en muchas creencias,
herramientas que utilizamos los fuertes para controlar a los débiles. ¿Has
leído el Nuevo Testamento? ¿No? Hay dos evangelios, Mateo y Lucas, que
escribieron la parábola del árbol y sus frutas. El árbol bueno no puede dar
frutos malos y el árbol malo no puede dar frutos bueno… Bueno, te lo voy a
resumir, a los hombres se les conoce por sus acciones y no por las palabras
hermosas de las cuales te quieres santificar. Entonces yo me pregunto cómo
puede ser que tú seas bueno y vendas cocaína, cuando te mueras tendrán que
escribir un libro sobre tu vida. ¿Qué te parece este título?: Hagiografía de un criminal.
—No entiendo del todo tu ironía, nunca había escuchado la primera
palabra, me da igual, he perdido mi sentido del humor. En ningún momento he
dicho que sea bueno, he comentado sobre la actuación del bien. En mi vida he
aprendido poco, pero observando a la gente he comprendido que no existen los
buenos ni los malos, en nosotros desde que nacemos existe el bien y el mal, por
eso te he dicho que soy libre para elegir uno o el otro. Antes no lo era porque
no conocía el mal, por fin entiendo esas clases de religión que estudiaba
cuando era pequeño, por fin entiendo el significado moral de redimirse, de
perdonarse, una vez consciente del poder del mal y vencerlo, uno es libre. Aunque
hablo de ideas que tengo en la cabeza, no soy lo suficiente valiente para
llevarlas a la práctica.
—¿Así que no te consideras libre?
—No, no lo soy. Me he dejado vencer por las circunstancias, han sido más
fuertes que yo, no tengo excusas ni me he perdonado. Por eso estoy aquí, pienso
únicamente en mi familia, que no sufran inútilmente. Creo que es bueno
sacrificar mi libertad por mi familia, espero no sacrificar también su libertad
por mi culpa, que no carguen con mi crimen.
—¿Tú crees en Dios?
—No, el resto de mi familia sí… —A Juanjo le sorprendió hablar
extensamente sobre estos temas y, en concreto, la nueva pregunta de Sebastián—
¿Por qué?
—Tienes las típicas y simples contradicciones de una persona educada en
el catolicismo. El cristianismo os enseñó a obedecer, a resistir pacíficamente
ante la autoridad, a perder pasivamente, a morir sin luchar pensando en el
regalo de la vida eterna, eso os hace personas mediocres. A ti te gusta pensar
que ahora podrías ser libre, que elegirías el bien, pero no puedes para que a
tu familia no le falte de nada. Mientes, mientes como todos, te atrae el dinero,
entiendo que no quieres olfatear tus contradicciones.
—Yo no me considero un perro. Una cosa es cierta: estoy hecho un lío,
aunque estoy aquí, ¿no? Quizás eres tú el que no ves ni escuchas todas esas personas
que hacen el bien. Él es humilde y nunca busca el protagonismo.
—¿Entonces por qué vienes a mí?
—Porque no soy libre, porque no soy valiente, porque busco la solución
rápida para los míos, pero no sé si será para mí, porque el bien es lento y no
me sobra a mí. —Juanjo acabó su daiquiri, Sebastián también y Fidel imitó
cuando vio cómo el segundo bebía.
—Juanjo, eres más valiente de lo que crees, otros se hubiesen hundido con
su familia, o peor aún, se hubiesen fugado como tu cuñado. Quizás vas a
redimirte, y así liberar a tu familia, si aceptas mi propuesta. Eres más
valiente que Fidel por aceptar tu miseria y tu cobardía, él sí que es un perro,
tú no, no has querido lamer mis gracias en ningún momento y darme la razón en
todo. —Fidel se sorprendió, pero calló y no replicó como en el ataque de Juanjo—.
Entonces, dime sí o no antes de escuchar nada, si no me voy y santas pascuas.
—Acepto…
—Bien, escucha bien. Esta noche... Este relato se puede leer completo en el libro Interiores, el cual se puede descargar gratuitamente con Kindle Unilimited en https://www.amazon.es/dp/B00TA3DLUY o comprarlo por 2,99 euros.