La soledad de un anciano.
Andrés se quedó sorprendido cuando le
notificaron el fallecimiento de su exmujer y madre de su único hijo. Ella se
llamaba Sofía y tenía sesenta años, murió a causa de un cáncer de pulmón (era
una gran fumadora). El hijo se llamaba Rafael y tenía treinta y ocho años,
estaba casado con Inés desde hacía cinco años y tenían una hija de tres. Rafael
no llamó a su padre, fue Paco, el hermano pequeño de Sofía. A Andrés no le
sorprendió, “es normal”, pensaba Andrés, “llevábamos diez años sin vernos, aún
me odia y yo nunca lo he querido como tendría que hacerlo un buen padre”.
Andrés recordó cuándo fue la última vez que vio a su hijo, había sido uno de
los peores días de su vida. Pero para comprender la historia entre Andrés y
Rafael hay que empezar desde el principio, aunque será un resumen breve.
Andrés era un actor afincado en Barcelona de
gran importancia tanto en el ámbito español como internacional, desde su
juventud se ganó la vida con el cine, ahora bien, también era famoso por su hedonismo
desenfrenado. Las aventuras de Andrés eran contadas por la prensa amarilla de
la época: tuvo centenares de amantes, se gastó fortunas en joyas para
conquistar a las mujeres más bellas del mundo, tuvo problemas con el alcohol…
poco a poco perdió la simpatía de la gente por su conocida vida personal. Sin
embargo, lo que destrozó la carrera del actor fue las fotos comprometidas en
las que Andrés tenía relaciones sexuales con una menor de edad. Dejó de tener
ofertas de trabajo a raíz de su relación con la menor y su carrera se desplomó.
Andrés estaba desesperado pero su agente personal, llamado Esteban, encontró la
solución: actuar también en la vida real. Buscaron una novia para Andrés,
Esteban conocía a Sofía porque era la hija del portero de su bloque, la joven
había dejado los estudios y no encontraba trabajo. Sofía era una mujer muy
bella e inocente que no había visto mundo, nunca había estado con ningún hombre
y no conocía la maldad de éstos. Jamás llegó a pensar que Esteban le presentó a
Andrés sólo por puras cuestiones comerciales, a ella siempre le habían gustado
las películas del actor y aceptó encantada en conocer a un gran artista. Esteban
le dijo que Andrés necesitaba una sirvienta en su piso, también le comentó para
animarla que, aunque no fuese un éxito la entrevista, Sofía conocería a su
actor favorito. La conexión entre ambos fue placentera y natural, se podría
decir que al actor le gustaba la forma de ser de la chica, contrató a Sofía
pero no la cortejó pasado un tiempo, así se lo había aconsejado el agente,
Sofía era una chica muy introvertida y se asustaría fácilmente con la
personalidad desgarradora de Andrés. Poco a poco el actor fue abriendo su
espíritu a Sofía, pasado unos meses le abrió totalmente su corazón o al menos
eso pensaba Sofía.
—Sofía, guapa, para de trabajar… —calló Andrés
por los nervios de su actuación.
—¿Qué le pasa?
—Sofía estaba preocupada, parecía que Andrés iba a desmayarse.
—Hemos pasado mucho tiempo juntos estos últimos
meses… —Andrés habló rápido y mirándola a los ojos, ella miraba al suelo.
—Sí —Sofía no entendía nada.
—No quiero que trabajes más aquí —dijo
severamente Andrés.
—¿Qué? —Sofía lo miró a la cara, estuvo a punto
de llorar—. ¿No está contento conmigo?
—Mucho, demasiado.
—No le entiendo.
—Te he dicho mil veces que me tutees.
—Perdón.
—No pasa nada —Andrés se sentó en una silla,
miraba a una pared porque una parte de él no quería aprovecharse de un alma
cándida como Sofía pero sabía que era su única solución—. No puedo verte más…
me da tanta vergüenza… la verdad es que te he cogido mucho cariño, demasiado.
Sé que has oído decir de mí un montón de tonterías, es cierto que he cometido
algunas locuras pero no sé si es la edad o conocerte a ti me ha hecho cambiar
mi estilo de vida, hace tiempo que no estoy con ninguna mujer, no puedo, sólo
quiero estar contigo, pero honradamente, haciendo las cosas bien porque me he
enamorado de ti, así que te despido y quiero que seas mi novia y quién sabe si
mi esposa, ¿tú sientes lo mismo?
¿Qué iba a responder Sofía? Era su sueño hecho
realidad, ella también quería a Andrés, le gustaba ese hombre dominante y
sobrado en sus maneras, le excitaba ver su dureza y maldad, no sabía a qué
jugaba. La prensa amarilla publicó enseguida la relación de la pareja, con los
meses todo el mundo se sorprendió del cambio de Andrés y éste tuvo otra vez
trabajo y mejor pagado que nunca. Se casaron al año siguiente, ella tenía
veintiún años y él treinta y cinco, la edad nunca fue un problema y todo el
mundo elogiaba a la mujer que hizo cambiar al actor. Al año siguiente nació
Rafael y la felicidad de Sofía era completa, sin embargo, Andrés tenía una
doble vida porque el sexo con Sofía era muy convencional y aburrido para
alguien como él. El actor era consciente que no podía estar con amantes porque
era algo que llamaba la atención, había otra manera de estar con mujeres
bellísimas, sádicas y que fuese como un secreto de estado, la solución era una
agencia de escorts. Andrés podía permitirse el lujo de pagar cantidades muy
grandes por estar unas horas con prostitutas de lujo. Sofía no sospechó nada
porque ella no controlaba la economía familiar, su vida se resumía en ser una
mantenida: gimnasio, dietas y salones de belleza. En estos lugares hizo amistad
con varias mujeres con su mismo estatus social, en algunos aspectos fueron una
mala influencia porque fue cuando empezó a fumar, también le aconsejaron ser
una mujer más fuerte, más independiente y menos confiada con su marido. Fue el
día del quinto aniversario de Rafael cuando Sofía descubrió las infidelidades
de su marido. Éste dejó el teléfono móvil en la mesa y a ella le entró la
curiosidad, sabía el pasado de Andrés y hacía tiempo que habían empezado a
aburrirse uno con el otro, quizás tendría alguna amante y quería saberlo, llamó
a un número y se puso una voz de mujer que tan solo dijo: “Andrés, ya hemos
contactado con Naomi para que esté en el hotel a las seis…”. Sofía colgó, no
entendía nada. Se fue a hablar con Andrés y tuvieron una discusión fuerte.
—¡No me digas que me tranquilice, Andrés! ¡Me
estás engañando!
—Te estoy diciendo que es solo para hacer una
prueba a una actriz.
—No te creo, en los hoteles no se hacen
castings.
—Tú no sabes cómo va el mundo del cine.
—Pero tampoco soy la tonta que conociste.
—Cariño, Sofía… escucha, yo te quiero —dijo
Andrés con mucha frialdad.
—¡Cállate! —Sofía era una persona muy dócil y
servicial aunque cuando alguien conseguía ofenderla o irritarla sacaba un
carácter muy agresivo y desconocido para al resto de la gente—. Mírame a la
cara, a los ojos y di que nunca me has engañado, ¡Dios! A saber cuánto tiempo
hace que te ves con esa chica, lo que no entiendo es quién era la mujer del
teléfono.
—Su representante —Andrés estaba tranquilo,
parecía que aquella discusión no fuese por culpa de él y sólo fuese una
víctima, actuaba mejor que en sus películas.
—¡Ahora lo sabré!
Sofía cogió el teléfono móvil y volvió a
llamar, Andrés, asustado, le quitó el teléfono y la miró fijamente a los ojos,
no dijo nada, sólo vio como ella se fue de casa llorando. Sofía sabría toda la
verdad el mismo día, dolorida, fue a hablar con una de sus amigas ricas y ésta
le contó la teoría de una empresa de chicas de compañía. Su amiga le dijo que
era algo normal, en su relación con su marido pasaba exactamente lo mismo, cada
uno tenía sus amantes y convivían juntos por compromiso social o quizás ni
ellos mismos lo sabían, le aconsejó a Sofía hacer lo mismo, ésta se negó en
redondo. Sofía volvió por la noche a su casa para llevarse a su hijo (en el
momento de la discusión estaba en el colegio y lo recogía la sirvienta) e irse
al hogar de sus padres, no estaba Andrés, Rafael estaba con la sirvienta,
“seguro que está con esa puta”, pensó ella. Sofía se llevó ropa, se fue con el
niño y sacó todo el dinero posible de sus cuentas corrientes y tarjetas de
crédito por si Andrés las anulaba.
Se divorciaron, Sofía no tuvo piedad de su ex y
le sacó todo lo que pudo, continuó con su vida y no tuvo que trabajar. Sofía
prometió guardar silencio y no decir la verdad a la prensa amarilla a cambio de
una cantidad económica bastante suculenta. La custodia de Rafael fue adjudicada
a la madre, el padre lo vería uno de cada dos fines de semanas y era algo que
le gustaba Andrés, no le apetecía ver mucho a su hijo.
En los siguientes años Andrés vio poco a su
hijo y cuando lo veía no lo trataba con mucho cariño, el actor siguió con su
vida sexual caótica pero tuvo que dejar el alcohol porque el cuerpo se resentía,
sufrió mucho pero lo consiguió. Continuaba utilizando el servicio de escorts
pero también tenía amantes, con la diferencia que se aseguró de no provocar más
escándalos públicamente como en el pasado. Sofía se casó con Francisco, un
empresario importante de ideas conservadores como ella y estarían juntos hasta
la muerte de ésta. Pero Sofía sabía cómo vengarse de su ex, apuntó a su hijo a
clases de interpretación desde pequeño, también le enseñaron inglés y francés,
poesía y todo tipo de arte. Andrés nunca se preocupó por la vida de su hijo y
no objetó nada, a veces, Rafael iba en ayuda de su padre para que convenciese a
su madre para dejar esa vida estresante, Andrés sólo contestaba que “es por tu
bien, hijo”. Andrés nunca pensó que su hijo podría triunfar en el mundo del
arte, sin embargo, Rafael hizo teatro a partir de los doce años y se
convertiría en su gran pasión, pero cuatro años después superó una prueba para
el papel de un adolescente en una película de producción española. La película
fue un éxito de taquilla y de crítica, se descubrió un joven actor que prometía
mucho y decían que era mucho mejor que su padre, Sofía se había vengado mucho
antes de lo esperado en su mente.
Andrés no se alegró nada del éxito de su hijo,
intentó hablar con él y convencerlo de que era muy joven para un mundo tan
complicado, habló con Sofía (algo que siempre intentaban evitar los dos) para
que dejase a su hijo respirar, ella se negó, sabía el verdadero motivo, le dijo
que era un envidioso y él lo negó todo pero no pudo convencer ni a Sofía ni a
Rafael. A partir de ahí vería poco a su hijo y éste lo trataría con la indiferencia
que recibió en su infancia, presumía delante de su padre de haber llegado más
lejos en el mundo de la interpretación, Andrés no aguantaba tales provocaciones
y en más de una ocasión tuvieron fuertes discusiones. Siguieron pasando los
años, Rafael maduró y mejoró sus interpretaciones, combinaba como podía su
trabajo en el teatro y en el cine, algunos proyectos cinematográficos fueron
fracasos rotundos pero no desanimó a Rafael, aprendió de la experiencia y a ser
más exigente en sus ofertas de trabajo, como dijo una vez en una entrevista ya
siendo maduro recordando su juventud: “Mi problema de joven era que quería
destacar como actor, no me fijaba tanto la historia o el mensaje, sólo si el
personaje podía hacer demostrar mi gran valía, con los años me he vuelto más
humilde y cuando acepto un guión es por muchas causas que no tiene que ver nada
conmigo”. Andrés también siguió su trabajo pero ya no tenía tantas ofertas
porque se estaba haciendo mayor. Un día, cuando volvía de la casa de una de sus
amantes, vio a Sofía que le esperaba en el portal de su casa, se sorprendió
mucho, no recordaba la última conversación con ella, subieron y Sofía fue
directa al grano.
—Estoy preocupado por Rafa —dijo Sofía muy
seria.
—¿Le pasa algo? —Andrés pensaba que sería una
ridiculez.
—Pasa que es sangre de tu sangre.
—No entiendo, Sofía.
—Es como tú con las mujeres, con el alcohol…
una persona autodestructiva.
—Es normal que una persona joven quiera
divertirse.
—La semana pasada estuvo con dos mujeres a la
vez. Lo sé porque me lo ha contado su agente, él también está preocupado, tiene
miedo de que acabe como tú, hundiendo su carrera.
—Yo me recuperé —Andrés supo al segundo que
había cometido un error.
—Destrozando mi vida.
—Perdona, pero gracias a mí nunca más has vuelto
a trabajar.
—Eso no quita que he sufrido mucho.
—No digo que no.
—Dejemos de hablar de nosotros, tienes que
hablar con él.
—A mí no me hará caso.
—Andrés, has sido un mal padre pero ahora
puedes hacer algo por tu hijo.
—Quizás yo estoy de acuerdo con su vida.
—No quiero que se muera de cirrosis.
—Si yo pude dejar el alcohol, él también.
—Vas a hablar con él.
—No creo que sea una buena idea, Sofía.
—Lo vas hacer o iré a la televisión a hacer una
exclusiva contando tu vida, tu mentira.
—No me lo puedo creer, tú nunca harías tal
maldad.
—Hasta lo haría sin cobrar, lo hago por nuestro
hijo.
—Sofía, tú antes no eras así, eras buena
persona… —Andrés no pudo acabar la frase porque lo interrumpió Sofía.
—Tú me has vuelto así, te he odiado durante
mucho tiempo, supongo que en el
fondo era un amor resentido, un amor muy fuerte pero todo eso se acabó,
habla con él.
Era cierto que Sofía había cambiado con el paso
de los años, había cogido una gran confianza en sí misma y su candidez se había
transformado en dureza y desconfianza a las personas en general y a Andrés en
concreto. Éste aceptó hablar con su hijo, no por preocupación, era consciente
que tenía una edad que le costaba encontrar papeles para interpretar y una
nueva polémica sobre su vida privada sería su fin. Al día siguiente Andrés
llamó a Rafael, éste estaba en Barcelona trabajando en el teatro y quedaron esa
misma tarde para hablar, el joven no sabía el verdadero motivo. Hacía dos meses
que no se veían, en el estreno de la obra de Rafael, a todo el mundo le encantó
la interpretación del joven pero su padre la criticó, acabaron peleados y desde
entonces no se habían llamado. A Rafael le había sorprendido la llamada, aceptó
quedar con su padre pero ni él mismo sabía el motivo, quizás tenía alguna
esperanza de hacer las paces con él aunque tendría que suplicar Andrés para
perdonarlo. La plática fue muy fría al principio pero Andrés sacó valor y le
contó la preocupación de su madre.
—Yo pensaba que querías verme y sólo me has
llamado porque te lo ha pedido mamá —respondió Rafael indignado.
—No pienses mal de mí, hijo.
—Me has dado razones.
—Puede ser, puede ser…
—Además, tú no eres nadie para decir qué tengo
y qué no tengo que hacer, sé muy bien tu vida, tus infidelidades con mamá.
—No estoy orgulloso de esa época, hice daño a
una gran mujer.
—Deja de actuar.
—Escucha, hijo, no puedes estar por ahí
pegándote la gran vida delante de todo el mundo, a la gente no le gusta porque
ellos no pueden, tienen que trabajar, acabarás con tu carrera, yo estuve a
punto, no digo que no disfrutes de las mujeres pero sí que tengas más cuidado.
—¿Cómo?
—No puedes confiar en tu agente, todo lo que te
pasa se lo dice a mamá, es normal, ella lo contrató para ti cuando eras chico.
Tienes que actuar a espaldas de él, no le cuentes tus polvos, tus orgías o lo
que sea. Haces bien en disfrutar de las mujeres pero hazlo con más cautela,
pero sí te recomiendo que dejes el alcohol, yo me arrepiento de haber bebido
tanto, ahora estoy mucho mejor.
—Creo que es el primer consejo que me das como
padre —rió Rafael—. Pero creo que tienes razón, sólo tengo una duda, cómo sé
que tú no vas a decir nada a mamá, o peor aún, a la prensa.
—Porque yo soy como tú, si tú caes, yo caigo,
si descubren lo tuyo, descubrirán lo mío.
—Ya veo, así que sólo miras por tus intereses,
éste sí que es mi padre.
La conversación duró un poco más aunque no es
nada importante para escribirlo en el relato. Rafael practicó el consejo de su
padre y todo fue mejor, Sofía se tranquilizó y nadie sabía la verdad. Pasaron
tres años más, Andrés y Rafael se continuaban viendo poco pero parecía que su
relación había mejorado. Lo que ninguno de los dos esperaba era recibir la
oferta de un productor para actuar juntos en la misma película. Sería un gran
éxito de taquilla ya que la protagonizarían las dos grandes joyas de dos
generaciones diferentes, y a ellos dos les iría bien porque taparían ciertos
rumores que padre e hijo no tenían buenas relaciones. Ambos aceptaron aun
sabiendo que ese guión no era espléndido.
Sin embargo, pasó algo inesperado para Andrés,
éste se enamoró por primera vez en su vida. Era la actriz principal de la
película y fue la gran disputa que haría romper totalmente la relación entre
Andrés y Rafael. La actriz era Inés, una mujer bella e inteligente, tenía mucha
cultura y su gran pasión era la pintura pero no nació con ese don, no era una
mala actriz aunque con el tiempo seguramente sería olvidada. Andrés y Rafael se
sintieron atraídos por Inés, según pasó el rodaje de la película y conocieron a
la joven se enamoraron. Ninguno dijo nada al otro, ambos la cortejaron, la
invitaron a cenar pero ella se negaba siempre hasta que acabó el rodaje y todo
el equipo lo celebró con una cena de excesos. Andrés, poseído por Venus, e
Inés, esclava de Baco, acabaron en los servicios de un restaurante, en tal
lugar él intentó besarla pero ella se negó una y otra vez, Andrés acompañó a la
actriz porque estaba baqueando y ella confiaba en el hombre maduro para
ayudarla, pensaba que un hombre con su edad no hacía tales locuras pero se
equivocó de persona. Andrés cada vez la abrazaba más fuerte e Inés a causa del
miedo gritaba más, tuvo suerte, apareció Rafael que estaba vigilando toda la
noche a Inés y al ver la conducta extraña de su padre con ella adivinó las
intenciones de éste. Rafael separó a su padre de la actriz pero Andrés empujó a
su hijo, éste, que estaba beodo y celoso, golpeó a su padre en la cara, Andrés
se quedó paralizado y Rafael aprovechó para llevarse a Inés. Por suerte nadie
se había enterado de nada, la actriz estaba muy asustada y quería salir fuera
del restaurante para tranquilizarse. Ella lloraba y abrazaba a su defensor,
durante el rodaje le había gustado la personalidad y cultura de Rafael, ella se
abrazaba a él, no tuvieron hablar mucho para explicar sus sentimientos, tan solo
con su mirada excitada se besaron. Lo que no esperaban era que Andrés estuviese
detrás de ellos espiando, se había recuperado pronto del golpe y había oído la
petición de Inés de salir del local. Andrés, loco de furia y de amor, no podía
aceptar que la única mujer que había amado prefería a su hijo, él que era un
actor menor, un ser inferior a él. El padre gritó algo inteligible y saltó
encima de su hijo, éste intentó defenderse pero estaba demasiado beodo y no
tenía muchos reflejos, fue entonces cuando los compañeros del rodaje escucharon
toda la riña y salieron del restaurante para separar a padre e hijo. “Maldito
cerdo, tú no eres mi hijo, ¿cómo has podido hacerme algo así?”, gritó
desesperado Andrés,. “¡No quiero verte nunca más! ¡Nunca más!”, dijo Rafael.
Así fue, pasaron diez años hasta que se
volvieron a ver, el lector sabe la información más básica y ahora podrá
comprender la importancia de este nuevo encuentro. Andrés llegó después que su
hijo a la sala del velatorio, llegó solo, en la antesala estaba Rafael con
Inés, su hija y algunos familiares de Sofía como su marido o el hermano menor,
todos se marcharon para dejar a solas a padre e hijo, sabían que tenían que
hablar de muchos asuntos. “¿Estás seguro de que quieres estar solo?”, preguntó
Inés a Rafael, “tranquila, no nos vamos a pegar delante del ataúd de mi madre”,
respondió Rafael. Inés se fue con su hija sin mirar a Andrés porque le tenía
miedo, éste miró de reojo a su nuera y nieta, ambas eran muy guapas.
—Tu hija es muy guapa —afirmó Andrés.
—Sí, es clavada a su madre.
—Tú también te conservas muy bien.
—Gracias… —Rafael no sabía qué decir.
—Yo, en cambio, mírame, ya soy viejo… —Andrés
calló, tenía la mirada cansada y triste, Rafael nunca había visto así a su padre—
tengo setenta y cuatro años…
—Siéntete afortunado, mamá nunca llegará tan
lejos como tú —respondió Rafael con rencor.
—Por culpa del tabaco.
—Tú has tenido una vida más caótica que la de
mamá y sin embargo tienes casi tres cuartos de siglo.
—Rafael, tú también tuviste una época sexual
desenfrenada —dijo Andrés ofendido y con intención de vengarse.
—Fue una época corta, era joven y rico, podía
permitírmelo todo. Cambié cuando conocí a Inés. Tú, en cambio, has hecho lo que
te ha dado la gana durante toda la vida, nunca has sido fiel a nada y sólo has
pensado en ti.
—Me equivoqué, mira como estoy ahora: viejo y
solo. No trabajo casi nunca aunque tampoco importa porque tengo dinero hasta el
fin de mis días, sin embargo, me he quedado sin amigos, no me quieren si no soy
famoso, las mujeres me ven feo y un viejo verde, el deseo sexual se me ha
apagado, estoy cansado, tomo medicación contra la depresión y voy a un
psicólogo porque nadie más me quiere escuchar —Andrés habló lentamente, le
costaba vocalizar y no gesticulaba mucho, había conocido la derrota.
—¿Qué te esperabas? Has pasado de todo el mundo
que te quería bien, sólo te has rodeado de zorras o amigos interesados, tú en
parte lo sabías pero pensabas que eras lo suficiente fuerte para superar
cualquier obstáculo, fíjate ahora, te arrepientes porque estar siempre solo es
horroroso. Ahora que ya no tienes la fuerza de la juventud ni puedes hacer tu
voluntad porque tu cuerpo es débil te deprimes, has estado mal acostumbrado,
eras feliz pero tanta felicidad se paga, tantas mujeres te han vuelto loco, tú
una vez me dijiste que no era malo, para ti puede que no, para mí sí porque me
desgastaba mucho y a ti finalmente te ha llegado llevar la cruz. Ya no eres
independiente y para alguien como tú es peor que la muerte —Rafael habló
calmado, pensando bien en sus frases, quería demostrar sus pensamientos exactos
a su padre.
—¡Oh, Rafael! —Andrés miró al suelo porque
estaba a punto de llorar—. Solo hay dos cosas de las que me arrepiento en esta
vida: haber tratado mal a tu madre y mi comportamiento con Inés esa noche. La
última noche que nos vimos fue cuando me di cuenta que era un monstruo pero ya
era tarde cambiar. Me creía un ser superior, un artista por encima del bien y
del mal, sin embargo, el tiempo me ha puesto en su sitio —Andrés no paraba de
mover la cabeza de derecha a izquierda y se tapaba la cara con la mano—. Me
siento tan desgraciado, la gente no me respeta ni me quiere, tengo mucho dinero
y nadie con quien compartirlo. Todas las noches leo poemas de amor con la
esperanza de encontrar otra mujer que perdone todos mis pecados, sería mi
salvación —Andrés levantó la cabeza para mirar a su hijo y se quitó la mano de
la cara—. No te rías, sé que solo es un ideal imposible para un viejo como yo.
—Jamás te había visto hacerte la víctima,
realmente tienes que estar mal, te tienes que sentirte muy mal contigo mismo.
Pero aún eres el mismo egoísta de toda la vida, nunca fuiste a ver a mamá al
hospital y lo primero que has hecho al venir aquí ha sido hablar de ti.
—Nunca fui a verla al hospital porque me
hubiese echado a patadas, ella me odiaba…
—Y qué te esperabas… —Rafael no pudo evitar interrumpir a su
padre.
—Tienes razón, sigo siendo egoísta, no lo dudo,
ya no puedo cambiar, sólo te comento que estoy deprimido, que me siento
desgraciado pero entiendo que no te produzca ninguna lástima y que quieras más
a mamá que a mí.
—Te voy a contar un secreto que solo sabe Inés…
—Rafael habló un poco inseguro, no sabía si hacía bien en contar algo tan
íntimo a su padre.
—Sigue, hijo, sigue… —animó Andrés a Rafael
tras ver que se había callado.
—A mamá tampoco la he querido, o al menos no la
he querido mucho, déjame que te explique y después habla —dijo Rafael tras ver
que su padre iba a abrir la boca—. Ella solo me apuntó a interpretación para
vengarse de ti, solo se alegró de mis éxitos para hacerte daño a ti, no era por
amor de una madre a su hijo, nunca fue eso. Mamá se convirtió en una persona
vengativa y rencorosa por tu influencia, me exigía horas y horas de estudio,
mató mi infancia y no fui muy feliz hasta que descubrí el teatro, era
maravilloso poder cambiar mi carácter por otras grandes personalidades, poder
ser feliz o más desgraciado me llenaba, el éxito del cine no me hizo sentirme
bien, sobre todo porque mamá lo aprovechó para echarte en cara que yo era mejor
actor que tú, yo también lo hice porque te odiaba, no podía perdonarte que me
ignoraras, y más cuando yo te admiraba artísticamente, eras y eres un gran
actor, has marcado una escuela y si yo soy bueno es porque me fijaba en tus
interpretaciones, leía tus entrevistas para mejorar como actor… mamá nunca supo
que tú fuiste indirectamente mi maestro, hubiese sido una gran decepción para
ella, resulta bastante irónico al fin y al cabo… —Rafael calló, no le apetecía
hablar más, Andrés estaba sorprendido, Sofía también había vivido una mentira
como él.
—Me alegra saber que he sido útil para ti en
algún sentido y siento mucho haber destrozado la vida de tu madre y la tuya.
—Yo he podido ser feliz gracias a Inés y a mi
hija Julia.
—Me alegro, aunque no te lo creas, también me
alegra saber que tu madre recuperó en parte su vida con un nuevo hombre.
—Tal historia es otra mentira.
—¿Cómo? —Andrés estaba sorprendido.
—Mamá nunca lo quiso tanto como a ti, creo que
tú la desgastaste demasiado, le hiciste mucho daño y nunca pudo olvidarlo
aunque ella lo intentó y mentía diciendo que era muy feliz con su nueva vida.
Él es un buen hombre y quería mucho a mamá, ha sido fiel y aceptó no tener
hijos con mamá, no adivinó que ella solo quería tener niños contigo. Creo que
si hubieses cambiado un poco, solo un poco, hubiese vuelto contigo, sin
embargo, aceptó matrimonio y trató bien a su nuevo marido aunque nunca fue
feliz del todo.
—Todo lo que dices es una intuición.
—No, ella me lo dijo hace unos cuantos años.
Cuando me iba a casar con Inés, habló conmigo porque no quería que diese un pie
en falso en una unión tan importante, se puso a ella como ejemplo de
infelicidad pero yo soy feliz —Rafael acababa de desviar la mirada, le costaba
creer que estuviese hablando con su padre como si nunca hubiesen tenido
problemas.
—Me estás vendiendo la moto, hijo, no me digas
que eres el hombre más feliz del mundo —Rafael reconoció por fin a su padre
aunque no tuviese la misma intensidad que en el pasado.
—Lógicamente mi matrimonio no es perfecto, pero
tengo más buenos recuerdos que malos, otros no pueden decir lo mismo —dijo
Rafael sarcásticamente.
—No, no puedo. Yo no quería ser uno más en esta
vida, con sus lamentaciones de no tener relaciones sexuales o su vida aburrida,
creía que sería feliz cambiando de mujer cada dos por tres, sin preocuparme de
ellas, no me importaba darles dinero o regalos, es mejor que me roben los
objetos que el alma, sin embargo, tienes razón, tal vida desgasta, ahora bien,
no te equivoques, todo en esta vida desgasta, conozco muchos matrimonios que
han desgastado tanto al hombre como a la mujer… —Andrés calló, se había cansado
de tanto hablar, respiró un poco y apuntó—. Pero yo sólo he vivido de una
manera y me gustaría saber qué se siente al tener un amor correspondido, fui
feliz con mi hedonismo pero no comprendí que la vida son cambios, etapas y que
hay que adaptarse a tales cambios, no lo hice y por eso soy infeliz. Sé que el
amor no dura eternamente y que a muchos les ha hecho desgraciados pero
igualmente deseo conocer a alguna mujer que me llene, que me haga feliz y
sufrir.
—Nos enamoramos de la misma mujer —dijo Rafael con rencor, no le había
emocionado el discurso de su padre.
—Me enamoré de Inés porque era buena persona y
la experiencia me ha enseñado que a las personas no hay que pedirles muchas
virtudes, únicamente bondad, en parte me recordaba un poco a tu madre, guapa e
inocente, has tenido mucha suerte y ella también —Andrés calló y se sentó en un
banco ya que estaba cansado, Rafael lo siguió con la mirada pero no se movió de
su sitio, pocos movimientos hacían en la plática debido a la tensión del
momento.
—No seas tan pesimista, eres viejo pero nunca
hay que peder la esperanza de encontrar a una persona —Rafael quería consolar a su padre aunque no
sabía exactamente el motivo.
—No, no puedo —habló Andrés con una voz baja y
triste.
—No entiendo por qué.
—Hace un año me detectaron Alzheimer. Muy pocas
personas saben que padezco la enfermedad, de momento no quiero anunciarlo
públicamente, no me siento preparado.
—Lo siento —Rafael no sabía qué decir, se quedó
sin palabras, se sentó al lado de su padre y lo abrazó, se compadecía de él, el
último encuentro era ya del pasado.
—Me lo merezco, hijo, Dios por fin ha actuado
correctamente.
—Tú no crees en Dios.
—Tu madre sí creía aunque de poco le sirvió…
—Andrés calló, se atragantaba con las palabras, respiró y cogió fuerza para
hablar de nuevo—. Me da miedo morir, no quiero morir, a pesar de no tener
ilusiones quiero seguir viviendo, a pesar que no tengo casi amor a la vida pero
es mejor estar vivo que muerto, me da miedo el dolor y sufrir más que la misma
muerte, no quiero acabar olvidándome de ti, de tu madre y de mi carrera pero lo
que más rabia me da es que cuando yo no esté, nadie se va acordar de mí como
persona, únicamente como actor, me lo he ganado a pulso.
—Papá, no puedes estar solo…
—Estoy en una mutua, todo irá bien el día que
no puedo cuidarme de mí mismo — interrumpió Andrés a su hijo.
—Yo no dejo de ser tu hijo y no podría aguantar
en mi consciencia que te mueras solo.
—No he venido a pedir tu perdón, no lo merezco,
tengo que pagar con mi culpa.
—No vale la pena autocastigarse, deja el
orgullo por una vez en tu vida, tu enorme ego no te deja ver la realidad, en
eso no has cambiado aunque ahora sí creo que estás arrepentido de verdad y eso
es suficiente para mí.
—¿Y tu mujer?
—Es una buena persona, te perdonará.
—No sé si estaría a gusto después de lo que le
hice ¡y ella! —Andrés tosió tras el grito. —Ella también estaría incomoda.
—Ha pasado mucho tiempo, no lo creo.
—Hijo, me alegra que me perdones pero no
merezco nada más.
—Eres un viejo cascarrón —rió Rafael—. Hagamos
una cosa, de momento sigues viviendo solo, poco a poco nos iremos viendo,
conocerás a tu nieta y depende de cómo nos sintamos te vienes a vivir con
nosotros, no seas pesado y acepta.
—Está bien —respondió Andrés tras pensar
durante unos segundos.
—Vamos fuera, pensarán que nos estamos matando
—concluyó irónicamente Rafael la conversación.
Había pasado una semana desde el funeral de
Sofía, Andrés había acabado de leer un libro, estaba sentado en el balcón de su
piso en el centro de Barcelona. Durante esa semana había estado hablando por
teléfono con Rafael e Inés, ésta le había tranquilizado y perdonado para que se
sintiese tranquilo cuando se viesen. “Mañana veré a mi hijo”, pensaba Andrés,
“volveré a tener una familia, nunca pensaba que me apetecería tener una, en
fin, las personas cambiamos mucho. A mí me ha costado tanto, ha sufrido tanta
gente por mi culpa. Tengo que contarle a Rafa que mi última amante fue una
relación de siete años, ¿cuántos años tenía yo? Creo que 61 y ella 30, la dejé
cuando conocí a Inés, en ese momento no me arrepentí de nada, ella realmente me
quería pero yo siempre la traté a distancia, nunca vivimos juntos aunque nos
veíamos mucho, eso sí, le fui fiel pero no por amor, ya estaba cansado de
buscar faldas como un veinteañero, no estuve enamorado de ella, era guapa y
viciosa y yo no buscaba nada más”. Andrés reflexionó más sobre su vida, estaba
tan vacío, el sufrimiento era un nuevo sentimiento para él y no sabía cómo
salir, había comprendido que era débil y pobre de espíritu. “Soy un gran actor
que interpreta magistralmente diferentes tipos de personalidades y sentimientos”,
siguió pensando Andrés, “pero nunca me he parado a pensar sobre mi carácter, no
he evolucionado porque pensaba que era el mejor. Qué pena, podría haber
mejorado mucho mis interpretaciones pero estaba más pendiente de cualquier
cuerpo femenino que de mi trabajo. Ahora estoy enfermo y todo ha cambiado, me
queda poco de vida y mi única ilusión es la prosperidad de mi hijo y nieta, sí,
yo, el mismo hedonista egoísta se ha vuelto un sentimental, quiero a Rafael, la
conversación que tuve con él hace una semana me ha demostrado que me ha
superado como persona y actor, desde su juventud fue mejor que yo, no podía
aceptarlo por mi enorme egoísmo y ego, he tenido que estar solo y enfermo para
alegrarme de los éxitos de mi hijo. Mañana jugaré con mi nieta, quiero ser un
abuelo que la mime, su madre se enfadará conmigo por mis excesivos regalos,
seremos una familia”. Andrés se dirigió a su biblioteca personal para poner el
libro en su sitio y luego se fue a su habitación a acostarse a la cama, eran
tan solo las diez de la noche pero le gustaba tumbarse en la cama y pensar.
“Quizás si estuviese sano no habría cambiado aunque eso no lo sabré nunca. La
vida ha pasado tan rápido y siento que he aprendido poco y que no he disfrutado
del todo, me falta algo… soy un viejo arrepentido porque por primera vez sufre
y eso me asusta, tengo miedo y me cuesta digerirlo pero no me queda otro camino
que aceptar mi enfermedad, aceptar mi depresión y mi nueva vida. Tal vez Dios
existe y cuando muera podré ir al cielo a pedir perdón a Sofía, ella tiene que
estar contenta de mi nueva relación con Rafael, yo al menos tengo esperanzas y
esta semana he estado más animado, espero no equivocarme como he hecho toda mi
vida, no lo haré, quiero que salga bien”. Andrés se imaginó su reunión del día
siguiente con Rafael, Inés y Julia. Esa noche estaba nervioso y le costó
dormir, cuando lo consiguió no tuvo sueños, se habían acabado en su vida hacía
tiempo pero a pesar de que era tarde para arreglar su vida, eso no impedía que
pudiera tener una familia e irse rodeado de seres queridos.