sábado, 20 de septiembre de 2014

La soledad de un anciano.

La soledad de un anciano.

Andrés se quedó sorprendido cuando le notificaron el fallecimiento de su exmujer y madre de su único hijo. Ella se llamaba Sofía y tenía sesenta años, murió a causa de un cáncer de pulmón (era una gran fumadora). El hijo se llamaba Rafael y tenía treinta y ocho años, estaba casado con Inés desde hacía cinco años y tenían una hija de tres. Rafael no llamó a su padre, fue Paco, el hermano pequeño de Sofía. A Andrés no le sorprendió, “es normal”, pensaba Andrés, “llevábamos diez años sin vernos, aún me odia y yo nunca lo he querido como tendría que hacerlo un buen padre”. Andrés recordó cuándo fue la última vez que vio a su hijo, había sido uno de los peores días de su vida. Pero para comprender la historia entre Andrés y Rafael hay que empezar desde el principio, aunque será un resumen breve.

Andrés era un actor afincado en Barcelona de gran importancia tanto en el ámbito español como internacional, desde su juventud se ganó la vida con el cine, ahora bien, también era famoso por su hedonismo desenfrenado. Las aventuras de Andrés eran contadas por la prensa amarilla de la época: tuvo centenares de amantes, se gastó fortunas en joyas para conquistar a las mujeres más bellas del mundo, tuvo problemas con el alcohol… poco a poco perdió la simpatía de la gente por su conocida vida personal. Sin embargo, lo que destrozó la carrera del actor fue las fotos comprometidas en las que Andrés tenía relaciones sexuales con una menor de edad. Dejó de tener ofertas de trabajo a raíz de su relación con la menor y su carrera se desplomó. Andrés estaba desesperado pero su agente personal, llamado Esteban, encontró la solución: actuar también en la vida real. Buscaron una novia para Andrés, Esteban conocía a Sofía porque era la hija del portero de su bloque, la joven había dejado los estudios y no encontraba trabajo. Sofía era una mujer muy bella e inocente que no había visto mundo, nunca había estado con ningún hombre y no conocía la maldad de éstos. Jamás llegó a pensar que Esteban le presentó a Andrés sólo por puras cuestiones comerciales, a ella siempre le habían gustado las películas del actor y aceptó encantada en conocer a un gran artista. Esteban le dijo que Andrés necesitaba una sirvienta en su piso, también le comentó para animarla que, aunque no fuese un éxito la entrevista, Sofía conocería a su actor favorito. La conexión entre ambos fue placentera y natural, se podría decir que al actor le gustaba la forma de ser de la chica, contrató a Sofía pero no la cortejó pasado un tiempo, así se lo había aconsejado el agente, Sofía era una chica muy introvertida y se asustaría fácilmente con la personalidad desgarradora de Andrés. Poco a poco el actor fue abriendo su espíritu a Sofía, pasado unos meses le abrió totalmente su corazón o al menos eso pensaba Sofía.

—Sofía, guapa, para de trabajar… —calló Andrés por los nervios de su actuación.
—¿Qué le pasa?  —Sofía estaba preocupada, parecía que Andrés iba a desmayarse.
—Hemos pasado mucho tiempo juntos estos últimos meses… —Andrés habló rápido y mirándola a los ojos, ella miraba al suelo.
—Sí —Sofía no entendía nada.
—No quiero que trabajes más aquí —dijo severamente Andrés.
—¿Qué? —Sofía lo miró a la cara, estuvo a punto de llorar­—. ¿No está contento conmigo?
—Mucho, demasiado.
—No le entiendo.
—Te he dicho mil veces que me tutees.
—Perdón.
—No pasa nada —Andrés se sentó en una silla, miraba a una pared porque una parte de él no quería aprovecharse de un alma cándida como Sofía pero sabía que era su única solución—. No puedo verte más… me da tanta vergüenza… la verdad es que te he cogido mucho cariño, demasiado. Sé que has oído decir de mí un montón de tonterías, es cierto que he cometido algunas locuras pero no sé si es la edad o conocerte a ti me ha hecho cambiar mi estilo de vida, hace tiempo que no estoy con ninguna mujer, no puedo, sólo quiero estar contigo, pero honradamente, haciendo las cosas bien porque me he enamorado de ti, así que te despido y quiero que seas mi novia y quién sabe si mi esposa, ¿tú sientes lo mismo?

¿Qué iba a responder Sofía? Era su sueño hecho realidad, ella también quería a Andrés, le gustaba ese hombre dominante y sobrado en sus maneras, le excitaba ver su dureza y maldad, no sabía a qué jugaba. La prensa amarilla publicó enseguida la relación de la pareja, con los meses todo el mundo se sorprendió del cambio de Andrés y éste tuvo otra vez trabajo y mejor pagado que nunca. Se casaron al año siguiente, ella tenía veintiún años y él treinta y cinco, la edad nunca fue un problema y todo el mundo elogiaba a la mujer que hizo cambiar al actor. Al año siguiente nació Rafael y la felicidad de Sofía era completa, sin embargo, Andrés tenía una doble vida porque el sexo con Sofía era muy convencional y aburrido para alguien como él. El actor era consciente que no podía estar con amantes porque era algo que llamaba la atención, había otra manera de estar con mujeres bellísimas, sádicas y que fuese como un secreto de estado, la solución era una agencia de escorts. Andrés podía permitirse el lujo de pagar cantidades muy grandes por estar unas horas con prostitutas de lujo. Sofía no sospechó nada porque ella no controlaba la economía familiar, su vida se resumía en ser una mantenida: gimnasio, dietas y salones de belleza. En estos lugares hizo amistad con varias mujeres con su mismo estatus social, en algunos aspectos fueron una mala influencia porque fue cuando empezó a fumar, también le aconsejaron ser una mujer más fuerte, más independiente y menos confiada con su marido. Fue el día del quinto aniversario de Rafael cuando Sofía descubrió las infidelidades de su marido. Éste dejó el teléfono móvil en la mesa y a ella le entró la curiosidad, sabía el pasado de Andrés y hacía tiempo que habían empezado a aburrirse uno con el otro, quizás tendría alguna amante y quería saberlo, llamó a un número y se puso una voz de mujer que tan solo dijo: “Andrés, ya hemos contactado con Naomi para que esté en el hotel a las seis…”. Sofía colgó, no entendía nada. Se fue a hablar con Andrés y tuvieron una discusión fuerte.

—¡No me digas que me tranquilice, Andrés! ¡Me estás engañando!
—Te estoy diciendo que es solo para hacer una prueba a una actriz.
—No te creo, en los hoteles no se hacen castings.
—Tú no sabes cómo va el mundo del cine.
—Pero tampoco soy la tonta que conociste.
—Cariño, Sofía… escucha, yo te quiero —dijo Andrés con mucha frialdad.
—¡Cállate! —Sofía era una persona muy dócil y servicial aunque cuando alguien conseguía ofenderla o irritarla sacaba un carácter muy agresivo y desconocido para al resto de la gente—. Mírame a la cara, a los ojos y di que nunca me has engañado, ¡Dios! A saber cuánto tiempo hace que te ves con esa chica, lo que no entiendo es quién era la mujer del teléfono.
—Su representante —Andrés estaba tranquilo, parecía que aquella discusión no fuese por culpa de él y sólo fuese una víctima, actuaba mejor que en sus películas.
—¡Ahora lo sabré!

Sofía cogió el teléfono móvil y volvió a llamar, Andrés, asustado, le quitó el teléfono y la miró fijamente a los ojos, no dijo nada, sólo vio como ella se fue de casa llorando. Sofía sabría toda la verdad el mismo día, dolorida, fue a hablar con una de sus amigas ricas y ésta le contó la teoría de una empresa de chicas de compañía. Su amiga le dijo que era algo normal, en su relación con su marido pasaba exactamente lo mismo, cada uno tenía sus amantes y convivían juntos por compromiso social o quizás ni ellos mismos lo sabían, le aconsejó a Sofía hacer lo mismo, ésta se negó en redondo. Sofía volvió por la noche a su casa para llevarse a su hijo (en el momento de la discusión estaba en el colegio y lo recogía la sirvienta) e irse al hogar de sus padres, no estaba Andrés, Rafael estaba con la sirvienta, “seguro que está con esa puta”, pensó ella. Sofía se llevó ropa, se fue con el niño y sacó todo el dinero posible de sus cuentas corrientes y tarjetas de crédito por si Andrés las anulaba.

Se divorciaron, Sofía no tuvo piedad de su ex y le sacó todo lo que pudo, continuó con su vida y no tuvo que trabajar. Sofía prometió guardar silencio y no decir la verdad a la prensa amarilla a cambio de una cantidad económica bastante suculenta. La custodia de Rafael fue adjudicada a la madre, el padre lo vería uno de cada dos fines de semanas y era algo que le gustaba Andrés, no le apetecía ver mucho a su hijo.

En los siguientes años Andrés vio poco a su hijo y cuando lo veía no lo trataba con mucho cariño, el actor siguió con su vida sexual caótica pero tuvo que dejar el alcohol porque el cuerpo se resentía, sufrió mucho pero lo consiguió. Continuaba utilizando el servicio de escorts pero también tenía amantes, con la diferencia que se aseguró de no provocar más escándalos públicamente como en el pasado. Sofía se casó con Francisco, un empresario importante de ideas conservadores como ella y estarían juntos hasta la muerte de ésta. Pero Sofía sabía cómo vengarse de su ex, apuntó a su hijo a clases de interpretación desde pequeño, también le enseñaron inglés y francés, poesía y todo tipo de arte. Andrés nunca se preocupó por la vida de su hijo y no objetó nada, a veces, Rafael iba en ayuda de su padre para que convenciese a su madre para dejar esa vida estresante, Andrés sólo contestaba que “es por tu bien, hijo”. Andrés nunca pensó que su hijo podría triunfar en el mundo del arte, sin embargo, Rafael hizo teatro a partir de los doce años y se convertiría en su gran pasión, pero cuatro años después superó una prueba para el papel de un adolescente en una película de producción española. La película fue un éxito de taquilla y de crítica, se descubrió un joven actor que prometía mucho y decían que era mucho mejor que su padre, Sofía se había vengado mucho antes de lo esperado en su mente.

Andrés no se alegró nada del éxito de su hijo, intentó hablar con él y convencerlo de que era muy joven para un mundo tan complicado, habló con Sofía (algo que siempre intentaban evitar los dos) para que dejase a su hijo respirar, ella se negó, sabía el verdadero motivo, le dijo que era un envidioso y él lo negó todo pero no pudo convencer ni a Sofía ni a Rafael. A partir de ahí vería poco a su hijo y éste lo trataría con la indiferencia que recibió en su infancia, presumía delante de su padre de haber llegado más lejos en el mundo de la interpretación, Andrés no aguantaba tales provocaciones y en más de una ocasión tuvieron fuertes discusiones. Siguieron pasando los años, Rafael maduró y mejoró sus interpretaciones, combinaba como podía su trabajo en el teatro y en el cine, algunos proyectos cinematográficos fueron fracasos rotundos pero no desanimó a Rafael, aprendió de la experiencia y a ser más exigente en sus ofertas de trabajo, como dijo una vez en una entrevista ya siendo maduro recordando su juventud: “Mi problema de joven era que quería destacar como actor, no me fijaba tanto la historia o el mensaje, sólo si el personaje podía hacer demostrar mi gran valía, con los años me he vuelto más humilde y cuando acepto un guión es por muchas causas que no tiene que ver nada conmigo”. Andrés también siguió su trabajo pero ya no tenía tantas ofertas porque se estaba haciendo mayor. Un día, cuando volvía de la casa de una de sus amantes, vio a Sofía que le esperaba en el portal de su casa, se sorprendió mucho, no recordaba la última conversación con ella, subieron y Sofía fue directa al grano.

—Estoy preocupado por Rafa —dijo Sofía muy seria.
—¿Le pasa algo? —Andrés pensaba que sería una ridiculez.
—Pasa que es sangre de tu sangre.
—No entiendo, Sofía.
—Es como tú con las mujeres, con el alcohol… una persona autodestructiva.
—Es normal que una persona joven quiera divertirse.
—La semana pasada estuvo con dos mujeres a la vez. Lo sé porque me lo ha contado su agente, él también está preocupado, tiene miedo de que acabe como tú, hundiendo su carrera.
—Yo me recuperé —Andrés supo al segundo que había cometido un error.
—Destrozando mi vida.
—Perdona, pero gracias a mí nunca más has vuelto a trabajar.
—Eso no quita que he sufrido mucho.
—No digo que no.
—Dejemos de hablar de nosotros, tienes que hablar con él.
—A mí no me hará caso.
—Andrés, has sido un mal padre pero ahora puedes hacer algo por tu hijo.
—Quizás yo estoy de acuerdo con su vida.
—No quiero que se muera de cirrosis.
—Si yo pude dejar el alcohol, él también.
—Vas a hablar con él.
—No creo que sea una buena idea, Sofía.
—Lo vas hacer o iré a la televisión a hacer una exclusiva contando tu vida, tu mentira.
—No me lo puedo creer, tú nunca harías tal maldad.
—Hasta lo haría sin cobrar, lo hago por nuestro hijo.
—Sofía, tú antes no eras así, eras buena persona… —Andrés no pudo acabar la frase porque lo interrumpió Sofía.
—Tú me has vuelto así, te he odiado durante mucho tiempo, supongo que en el       fondo era un amor resentido, un amor muy fuerte pero todo eso se acabó, habla              con él.

Era cierto que Sofía había cambiado con el paso de los años, había cogido una gran confianza en sí misma y su candidez se había transformado en dureza y desconfianza a las personas en general y a Andrés en concreto. Éste aceptó hablar con su hijo, no por preocupación, era consciente que tenía una edad que le costaba encontrar papeles para interpretar y una nueva polémica sobre su vida privada sería su fin. Al día siguiente Andrés llamó a Rafael, éste estaba en Barcelona trabajando en el teatro y quedaron esa misma tarde para hablar, el joven no sabía el verdadero motivo. Hacía dos meses que no se veían, en el estreno de la obra de Rafael, a todo el mundo le encantó la interpretación del joven pero su padre la criticó, acabaron peleados y desde entonces no se habían llamado. A Rafael le había sorprendido la llamada, aceptó quedar con su padre pero ni él mismo sabía el motivo, quizás tenía alguna esperanza de hacer las paces con él aunque tendría que suplicar Andrés para perdonarlo. La plática fue muy fría al principio pero Andrés sacó valor y le contó la preocupación de su madre.

—Yo pensaba que querías verme y sólo me has llamado porque te lo ha pedido mamá —respondió Rafael indignado.
—No pienses mal de mí, hijo.
—Me has dado razones.
—Puede ser, puede ser…
—Además, tú no eres nadie para decir qué tengo y qué no tengo que hacer, sé muy bien tu vida, tus infidelidades con mamá.
—No estoy orgulloso de esa época, hice daño a una gran mujer.
—Deja de actuar.
—Escucha, hijo, no puedes estar por ahí pegándote la gran vida delante de todo el mundo, a la gente no le gusta porque ellos no pueden, tienen que trabajar, acabarás con tu carrera, yo estuve a punto, no digo que no disfrutes de las mujeres pero sí que tengas más cuidado.
—¿Cómo?
—No puedes confiar en tu agente, todo lo que te pasa se lo dice a mamá, es normal, ella lo contrató para ti cuando eras chico. Tienes que actuar a espaldas de él, no le cuentes tus polvos, tus orgías o lo que sea. Haces bien en disfrutar de las mujeres pero hazlo con más cautela, pero sí te recomiendo que dejes el alcohol, yo me arrepiento de haber bebido tanto, ahora estoy mucho mejor.
—Creo que es el primer consejo que me das como padre —rió Rafael—. Pero creo que tienes razón, sólo tengo una duda, cómo sé que tú no vas a decir nada a mamá, o peor aún, a la prensa.
—Porque yo soy como tú, si tú caes, yo caigo, si descubren lo tuyo, descubrirán lo mío.
—Ya veo, así que sólo miras por tus intereses, éste sí que es mi padre.

La conversación duró un poco más aunque no es nada importante para escribirlo en el relato. Rafael practicó el consejo de su padre y todo fue mejor, Sofía se tranquilizó y nadie sabía la verdad. Pasaron tres años más, Andrés y Rafael se continuaban viendo poco pero parecía que su relación había mejorado. Lo que ninguno de los dos esperaba era recibir la oferta de un productor para actuar juntos en la misma película. Sería un gran éxito de taquilla ya que la protagonizarían las dos grandes joyas de dos generaciones diferentes, y a ellos dos les iría bien porque taparían ciertos rumores que padre e hijo no tenían buenas relaciones. Ambos aceptaron aun sabiendo que ese guión no era espléndido.

Sin embargo, pasó algo inesperado para Andrés, éste se enamoró por primera vez en su vida. Era la actriz principal de la película y fue la gran disputa que haría romper totalmente la relación entre Andrés y Rafael. La actriz era Inés, una mujer bella e inteligente, tenía mucha cultura y su gran pasión era la pintura pero no nació con ese don, no era una mala actriz aunque con el tiempo seguramente sería olvidada. Andrés y Rafael se sintieron atraídos por Inés, según pasó el rodaje de la película y conocieron a la joven se enamoraron. Ninguno dijo nada al otro, ambos la cortejaron, la invitaron a cenar pero ella se negaba siempre hasta que acabó el rodaje y todo el equipo lo celebró con una cena de excesos. Andrés, poseído por Venus, e Inés, esclava de Baco, acabaron en los servicios de un restaurante, en tal lugar él intentó besarla pero ella se negó una y otra vez, Andrés acompañó a la actriz porque estaba baqueando y ella confiaba en el hombre maduro para ayudarla, pensaba que un hombre con su edad no hacía tales locuras pero se equivocó de persona. Andrés cada vez la abrazaba más fuerte e Inés a causa del miedo gritaba más, tuvo suerte, apareció Rafael que estaba vigilando toda la noche a Inés y al ver la conducta extraña de su padre con ella adivinó las intenciones de éste. Rafael separó a su padre de la actriz pero Andrés empujó a su hijo, éste, que estaba beodo y celoso, golpeó a su padre en la cara, Andrés se quedó paralizado y Rafael aprovechó para llevarse a Inés. Por suerte nadie se había enterado de nada, la actriz estaba muy asustada y quería salir fuera del restaurante para tranquilizarse. Ella lloraba y abrazaba a su defensor, durante el rodaje le había gustado la personalidad y cultura de Rafael, ella se abrazaba a él, no tuvieron hablar mucho para explicar sus sentimientos, tan solo con su mirada excitada se besaron. Lo que no esperaban era que Andrés estuviese detrás de ellos espiando, se había recuperado pronto del golpe y había oído la petición de Inés de salir del local. Andrés, loco de furia y de amor, no podía aceptar que la única mujer que había amado prefería a su hijo, él que era un actor menor, un ser inferior a él. El padre gritó algo inteligible y saltó encima de su hijo, éste intentó defenderse pero estaba demasiado beodo y no tenía muchos reflejos, fue entonces cuando los compañeros del rodaje escucharon toda la riña y salieron del restaurante para separar a padre e hijo. “Maldito cerdo, tú no eres mi hijo, ¿cómo has podido hacerme algo así?”, gritó desesperado Andrés,. “¡No quiero verte nunca más! ¡Nunca más!”, dijo Rafael.

Así fue, pasaron diez años hasta que se volvieron a ver, el lector sabe la información más básica y ahora podrá comprender la importancia de este nuevo encuentro. Andrés llegó después que su hijo a la sala del velatorio, llegó solo, en la antesala estaba Rafael con Inés, su hija y algunos familiares de Sofía como su marido o el hermano menor, todos se marcharon para dejar a solas a padre e hijo, sabían que tenían que hablar de muchos asuntos. “¿Estás seguro de que quieres estar solo?”, preguntó Inés a Rafael, “tranquila, no nos vamos a pegar delante del ataúd de mi madre”, respondió Rafael. Inés se fue con su hija sin mirar a Andrés porque le tenía miedo, éste miró de reojo a su nuera y nieta, ambas eran muy guapas.

—Tu hija es muy guapa —afirmó Andrés.
—Sí, es clavada a su madre.
—Tú también te conservas muy bien.
—Gracias… —Rafael no sabía qué decir.
—Yo, en cambio, mírame, ya soy viejo… —Andrés calló, tenía la mirada cansada y triste, Rafael nunca había visto así a su padre— tengo setenta y cuatro años…
—Siéntete afortunado, mamá nunca llegará tan lejos como tú —respondió Rafael con rencor.
—Por culpa del tabaco.
—Tú has tenido una vida más caótica que la de mamá y sin embargo tienes casi tres cuartos de siglo.
—Rafael, tú también tuviste una época sexual desenfrenada —dijo Andrés ofendido y con intención de vengarse.
—Fue una época corta, era joven y rico, podía permitírmelo todo. Cambié cuando conocí a Inés. Tú, en cambio, has hecho lo que te ha dado la gana durante toda la vida, nunca has sido fiel a nada y sólo has pensado en ti.
—Me equivoqué, mira como estoy ahora: viejo y solo. No trabajo casi nunca aunque tampoco importa porque tengo dinero hasta el fin de mis días, sin embargo, me he quedado sin amigos, no me quieren si no soy famoso, las mujeres me ven feo y un viejo verde, el deseo sexual se me ha apagado, estoy cansado, tomo medicación contra la depresión y voy a un psicólogo porque nadie más me quiere escuchar —Andrés habló lentamente, le costaba vocalizar y no gesticulaba mucho, había conocido la derrota.
—¿Qué te esperabas? Has pasado de todo el mundo que te quería bien, sólo te has rodeado de zorras o amigos interesados, tú en parte lo sabías pero pensabas que eras lo suficiente fuerte para superar cualquier obstáculo, fíjate ahora, te arrepientes porque estar siempre solo es horroroso. Ahora que ya no tienes la fuerza de la juventud ni puedes hacer tu voluntad porque tu cuerpo es débil te deprimes, has estado mal acostumbrado, eras feliz pero tanta felicidad se paga, tantas mujeres te han vuelto loco, tú una vez me dijiste que no era malo, para ti puede que no, para mí sí porque me desgastaba mucho y a ti finalmente te ha llegado llevar la cruz. Ya no eres independiente y para alguien como tú es peor que la muerte —Rafael habló calmado, pensando bien en sus frases, quería demostrar sus pensamientos exactos a su padre.
—¡Oh, Rafael! —Andrés miró al suelo porque estaba a punto de llorar—. Solo hay dos cosas de las que me arrepiento en esta vida: haber tratado mal a tu madre y mi comportamiento con Inés esa noche. La última noche que nos vimos fue cuando me di cuenta que era un monstruo pero ya era tarde cambiar. Me creía un ser superior, un artista por encima del bien y del mal, sin embargo, el tiempo me ha puesto en su sitio —Andrés no paraba de mover la cabeza de derecha a izquierda y se tapaba la cara con la mano—. Me siento tan desgraciado, la gente no me respeta ni me quiere, tengo mucho dinero y nadie con quien compartirlo. Todas las noches leo poemas de amor con la esperanza de encontrar otra mujer que perdone todos mis pecados, sería mi salvación —Andrés levantó la cabeza para mirar a su hijo y se quitó la mano de la cara—. No te rías, sé que solo es un ideal imposible para un viejo como yo.
—Jamás te había visto hacerte la víctima, realmente tienes que estar mal, te tienes que sentirte muy mal contigo mismo. Pero aún eres el mismo egoísta de toda la vida, nunca fuiste a ver a mamá al hospital y lo primero que has hecho al venir aquí ha sido hablar de ti.
—Nunca fui a verla al hospital porque me hubiese echado a patadas, ella me odiaba…
—Y qué te esperabas…  —Rafael no pudo evitar interrumpir a su padre.
—Tienes razón, sigo siendo egoísta, no lo dudo, ya no puedo cambiar, sólo te comento que estoy deprimido, que me siento desgraciado pero entiendo que no te produzca ninguna lástima y que quieras más a mamá que a mí.
—Te voy a contar un secreto que solo sabe Inés… —Rafael habló un poco inseguro, no sabía si hacía bien en contar algo tan íntimo a su padre.
—Sigue, hijo, sigue… —animó Andrés a Rafael tras ver que se había callado.
—A mamá tampoco la he querido, o al menos no la he querido mucho, déjame que te explique y después habla —dijo Rafael tras ver que su padre iba a abrir la boca—. Ella solo me apuntó a interpretación para vengarse de ti, solo se alegró de mis éxitos para hacerte daño a ti, no era por amor de una madre a su hijo, nunca fue eso. Mamá se convirtió en una persona vengativa y rencorosa por tu influencia, me exigía horas y horas de estudio, mató mi infancia y no fui muy feliz hasta que descubrí el teatro, era maravilloso poder cambiar mi carácter por otras grandes personalidades, poder ser feliz o más desgraciado me llenaba, el éxito del cine no me hizo sentirme bien, sobre todo porque mamá lo aprovechó para echarte en cara que yo era mejor actor que tú, yo también lo hice porque te odiaba, no podía perdonarte que me ignoraras, y más cuando yo te admiraba artísticamente, eras y eres un gran actor, has marcado una escuela y si yo soy bueno es porque me fijaba en tus interpretaciones, leía tus entrevistas para mejorar como actor… mamá nunca supo que tú fuiste indirectamente mi maestro, hubiese sido una gran decepción para ella, resulta bastante irónico al fin y al cabo… —Rafael calló, no le apetecía hablar más, Andrés estaba sorprendido, Sofía también había vivido una mentira como él.
—Me alegra saber que he sido útil para ti en algún sentido y siento mucho haber destrozado la vida de tu madre y la tuya.
—Yo he podido ser feliz gracias a Inés y a mi hija Julia.
—Me alegro, aunque no te lo creas, también me alegra saber que tu madre recuperó en parte su vida con un nuevo hombre.
—Tal historia es otra mentira.
—¿Cómo? —Andrés estaba sorprendido.
—Mamá nunca lo quiso tanto como a ti, creo que tú la desgastaste demasiado, le hiciste mucho daño y nunca pudo olvidarlo aunque ella lo intentó y mentía diciendo que era muy feliz con su nueva vida. Él es un buen hombre y quería mucho a mamá, ha sido fiel y aceptó no tener hijos con mamá, no adivinó que ella solo quería tener niños contigo. Creo que si hubieses cambiado un poco, solo un poco, hubiese vuelto contigo, sin embargo, aceptó matrimonio y trató bien a su nuevo marido aunque nunca fue feliz del todo.
—Todo lo que dices es una intuición.
—No, ella me lo dijo hace unos cuantos años. Cuando me iba a casar con Inés, habló conmigo porque no quería que diese un pie en falso en una unión tan importante, se puso a ella como ejemplo de infelicidad pero yo soy feliz —Rafael acababa de desviar la mirada, le costaba creer que estuviese hablando con su padre como si nunca hubiesen tenido problemas.
—Me estás vendiendo la moto, hijo, no me digas que eres el hombre más feliz del mundo —Rafael reconoció por fin a su padre aunque no tuviese la misma intensidad que en el pasado.
—Lógicamente mi matrimonio no es perfecto, pero tengo más buenos recuerdos que malos, otros no pueden decir lo mismo —dijo Rafael sarcásticamente.
—No, no puedo. Yo no quería ser uno más en esta vida, con sus lamentaciones de no tener relaciones sexuales o su vida aburrida, creía que sería feliz cambiando de mujer cada dos por tres, sin preocuparme de ellas, no me importaba darles dinero o regalos, es mejor que me roben los objetos que el alma, sin embargo, tienes razón, tal vida desgasta, ahora bien, no te equivoques, todo en esta vida desgasta, conozco muchos matrimonios que han desgastado tanto al hombre como a la mujer… —Andrés calló, se había cansado de tanto hablar, respiró un poco y apuntó—. Pero yo sólo he vivido de una manera y me gustaría saber qué se siente al tener un amor correspondido, fui feliz con mi hedonismo pero no comprendí que la vida son cambios, etapas y que hay que adaptarse a tales cambios, no lo hice y por eso soy infeliz. Sé que el amor no dura eternamente y que a muchos les ha hecho desgraciados pero igualmente deseo conocer a alguna mujer que me llene, que me haga feliz y sufrir.
—Nos enamoramos de la misma mujer  —dijo Rafael con rencor, no le había emocionado el discurso de su padre.
—Me enamoré de Inés porque era buena persona y la experiencia me ha enseñado que a las personas no hay que pedirles muchas virtudes, únicamente bondad, en parte me recordaba un poco a tu madre, guapa e inocente, has tenido mucha suerte y ella también —Andrés calló y se sentó en un banco ya que estaba cansado, Rafael lo siguió con la mirada pero no se movió de su sitio, pocos movimientos hacían en la plática debido a la tensión del momento.
—No seas tan pesimista, eres viejo pero nunca hay que peder la esperanza de encontrar a una persona  —Rafael quería consolar a su padre aunque no sabía exactamente el motivo.
—No, no puedo —habló Andrés con una voz baja y triste.
—No entiendo por qué.
—Hace un año me detectaron Alzheimer. Muy pocas personas saben que padezco la enfermedad, de momento no quiero anunciarlo públicamente, no me siento preparado.
—Lo siento —Rafael no sabía qué decir, se quedó sin palabras, se sentó al lado de su padre y lo abrazó, se compadecía de él, el último encuentro era ya del pasado.
—Me lo merezco, hijo, Dios por fin ha actuado correctamente.
—Tú no crees en Dios.
—Tu madre sí creía aunque de poco le sirvió… —Andrés calló, se atragantaba con las palabras, respiró y cogió fuerza para hablar de nuevo—. Me da miedo morir, no quiero morir, a pesar de no tener ilusiones quiero seguir viviendo, a pesar que no tengo casi amor a la vida pero es mejor estar vivo que muerto, me da miedo el dolor y sufrir más que la misma muerte, no quiero acabar olvidándome de ti, de tu madre y de mi carrera pero lo que más rabia me da es que cuando yo no esté, nadie se va acordar de mí como persona, únicamente como actor, me lo he ganado a pulso.
—Papá, no puedes estar solo…
—Estoy en una mutua, todo irá bien el día que no puedo cuidarme de mí mismo — interrumpió Andrés a su hijo.
—Yo no dejo de ser tu hijo y no podría aguantar en mi consciencia que te mueras solo.
—No he venido a pedir tu perdón, no lo merezco, tengo que pagar con mi culpa.
—No vale la pena autocastigarse, deja el orgullo por una vez en tu vida, tu enorme ego no te deja ver la realidad, en eso no has cambiado aunque ahora sí creo que estás arrepentido de verdad y eso es suficiente para mí.
—¿Y tu mujer?
—Es una buena persona, te perdonará.
—No sé si estaría a gusto después de lo que le hice ¡y ella! —Andrés tosió tras el grito. —Ella también estaría incomoda.
—Ha pasado mucho tiempo, no lo creo.
—Hijo, me alegra que me perdones pero no merezco nada más.
—Eres un viejo cascarrón —rió Rafael—. Hagamos una cosa, de momento sigues viviendo solo, poco a poco nos iremos viendo, conocerás a tu nieta y depende de cómo nos sintamos te vienes a vivir con nosotros, no seas pesado y acepta.
—Está bien —respondió Andrés tras pensar durante unos segundos.
—Vamos fuera, pensarán que nos estamos matando —concluyó irónicamente Rafael la conversación.



Había pasado una semana desde el funeral de Sofía, Andrés había acabado de leer un libro, estaba sentado en el balcón de su piso en el centro de Barcelona. Durante esa semana había estado hablando por teléfono con Rafael e Inés, ésta le había tranquilizado y perdonado para que se sintiese tranquilo cuando se viesen. “Mañana veré a mi hijo”, pensaba Andrés, “volveré a tener una familia, nunca pensaba que me apetecería tener una, en fin, las personas cambiamos mucho. A mí me ha costado tanto, ha sufrido tanta gente por mi culpa. Tengo que contarle a Rafa que mi última amante fue una relación de siete años, ¿cuántos años tenía yo? Creo que 61 y ella 30, la dejé cuando conocí a Inés, en ese momento no me arrepentí de nada, ella realmente me quería pero yo siempre la traté a distancia, nunca vivimos juntos aunque nos veíamos mucho, eso sí, le fui fiel pero no por amor, ya estaba cansado de buscar faldas como un veinteañero, no estuve enamorado de ella, era guapa y viciosa y yo no buscaba nada más”. Andrés reflexionó más sobre su vida, estaba tan vacío, el sufrimiento era un nuevo sentimiento para él y no sabía cómo salir, había comprendido que era débil y pobre de espíritu. “Soy un gran actor que interpreta magistralmente diferentes tipos de personalidades y sentimientos”, siguió pensando Andrés, “pero nunca me he parado a pensar sobre mi carácter, no he evolucionado porque pensaba que era el mejor. Qué pena, podría haber mejorado mucho mis interpretaciones pero estaba más pendiente de cualquier cuerpo femenino que de mi trabajo. Ahora estoy enfermo y todo ha cambiado, me queda poco de vida y mi única ilusión es la prosperidad de mi hijo y nieta, sí, yo, el mismo hedonista egoísta se ha vuelto un sentimental, quiero a Rafael, la conversación que tuve con él hace una semana me ha demostrado que me ha superado como persona y actor, desde su juventud fue mejor que yo, no podía aceptarlo por mi enorme egoísmo y ego, he tenido que estar solo y enfermo para alegrarme de los éxitos de mi hijo. Mañana jugaré con mi nieta, quiero ser un abuelo que la mime, su madre se enfadará conmigo por mis excesivos regalos, seremos una familia”. Andrés se dirigió a su biblioteca personal para poner el libro en su sitio y luego se fue a su habitación a acostarse a la cama, eran tan solo las diez de la noche pero le gustaba tumbarse en la cama y pensar. “Quizás si estuviese sano no habría cambiado aunque eso no lo sabré nunca. La vida ha pasado tan rápido y siento que he aprendido poco y que no he disfrutado del todo, me falta algo… soy un viejo arrepentido porque por primera vez sufre y eso me asusta, tengo miedo y me cuesta digerirlo pero no me queda otro camino que aceptar mi enfermedad, aceptar mi depresión y mi nueva vida. Tal vez Dios existe y cuando muera podré ir al cielo a pedir perdón a Sofía, ella tiene que estar contenta de mi nueva relación con Rafael, yo al menos tengo esperanzas y esta semana he estado más animado, espero no equivocarme como he hecho toda mi vida, no lo haré, quiero que salga bien”. Andrés se imaginó su reunión del día siguiente con Rafael, Inés y Julia. Esa noche estaba nervioso y le costó dormir, cuando lo consiguió no tuvo sueños, se habían acabado en su vida hacía tiempo pero a pesar de que era tarde para arreglar su vida, eso no impedía que pudiera tener una familia e irse rodeado de seres queridos.