Barahúnda.
No sé cómo comenzar porque me da vergüenza
explicar esta historia. Verá, querido lector, es de esas acciones de las que
sólo se arrepiente uno si es atrapado in fraganti, en cambio, si el pecado no
es descubierto creo que jamás tendré mala conciencia. No diré mi nombre, sí la
edad, ya que es la única manera de entender este relato.
Tengo veinticuatro años y salgo con una chica
de mi misma edad. No vivimos juntos aún, cada uno con sus progenitores.
Llevamos dos años y medio de relación. Ella siempre habla de ir a vivir juntos,
casarnos, tener hijos y no necesariamente por ese orden. El problema reside en
que ella no puede conocer mi locura, ya que me he acostado con su hermana de
dieciséis años.
Voy a llamar a mi cuñada por el nombre de
María, ya que ella ha perdido la virginidad conmigo. Sé qué pensará usted de
este oprobio, pero primero déjenme explicar mis sentimientos. Mi novia no es
totalmente guapa, a decir verdad le sobran unos cuantos kilos. Su carácter es
más bien iracundo y fiero, aunque no siempre es así, lógicamente. También es
cariñosa, según mis estadísticas uno de cada diez días. No siempre fue así, yo
sabía que ella tenía una personalidad agria pero en nuestro primer encuentro
fue abierta y simpática. Luego se estropeó, supongo que por la rutina.
María es la obra perfecta de sus padres. Es la
perfección que todo artista sueña pero a la que nunca es capaz de llegar. A
pesar de su corta edad es preciosa, aparenta dos o tres años más. Hasta en la
forma de ser cambia con la de su hermana, María es meliflua, altanera y
bienquista. Siempre me cayó bien, desde que la conocí sabía que esa chica tenía
maneras. Además era tan melómana como yo. Teníamos el mismo gusto por el estilo
musical, el rock, y hasta el mismo grupo,: Queen. Yo había leído bastante
información de los ingleses y ella siempre me preguntaba.
—Queen fue elegida como la mejor banda de la
década de los ochenta —le dije yo en una de nuestras pláticas.
—¡No lo sabía! —contestó ella.
—Y Bohemian Rhapsody fue elegida por una encuesta
en Inglaterra la mejor canción del siglo XX —me hacía el interesante.
—Y, dime, cómo conseguían ese sonido tan
peculiar, la guitarra es única.
—Brian May a veces tocaba con una moneda de un
penique. Además su guitarra, que se llamaba Red Special, fue fabricada por él y
su padre, ya que no tenían dinero para comprar una.
Y así surgió poco a poco una amistad. Yo
siempre la había visto como a mi cuñada, como una hermana pequeña. Pero cuando
ya le faltaba poco para cumplir los dieciséis ese cuerpo hizo un cambio muy
maduro y muy bueno, lo que, juntándolo con ese carácter, formaba la chica
preferida. Es cuando realmente me hice amigo íntimo de ella. Mi novia nunca lo
vio mal, nunca sospechó nada, creo que es la única vez en que mi novia ha
pecado de inocente.
Yo me fijé en la espectacular figura de mi
cuñada, hasta tuve algún pensamiento impuro. Pero lo que llegó a obsesionarme
con ella fueron los sueños. Soñaba que hacíamos el amor una y otra vez, a decir
verdad yo estaba bastante excitado. Una vez desperté y al ver mi falo tan
enhiesto tuve que hacerlo desaparecer jugando al solitario.
Así fueron varias noches, fue entonces cuando
me di cuenta que sobre mi corazón yo no podría mandar. Cuando estaba a su lado
todo mi cuerpo estallaba de emoción y nerviosismo, creo que ella siempre notó
algo. En principio fui muy redomado por si ella no quería nada conmigo. A
menudo hacía coincidir las visitas de casa de mi novia cuando se encontraba
María y sólo conseguía salir más alocado.
No podía aguantar más esta tensión. Me había
convertido en una persona muy meditabunda, encima podría destrozar a mi novia y
a su familia que tenían grandes esperanzas con nuestra relación, aunque hoy ha
sido el día definitivo, hoy hemos hecho lo que tanto me aterroriza en público
pero me alegra en secreto, en privado.
Esta tarde de sábado, la he visto cerca de mi
casa llorando en un banco, sola. Y lógicamente me he acercado a ella para
charlar un rato. Lloraba porque un chico de su edad había intentado besarla y
ella se había negado… la pobre chica ha vuelto a llorar. Yo le he propuesto que
viniera a casa para que se calmase y ella ha aceptado. Ya dentro, subiendo en
el ascensor, placentero como iba, le he ido hablando:
—Pero no entiendo por qué estas así de mal. ¿Te
ha hecho algo? —le he preguntado.
—No, no es por eso… déjalo —ha respondido ella.
—No entiendo nada.
—A veces me gustaría que no fueses el novio de
mi hermana —me ha dicho ella avergonzada.
—Y yo que tú no fueses la hermanita de mi
novia.
He dicho yo y ya se puede imaginar el resto:
besos en el ascensor, más abrazos (no ha durado mucho, que vivo en un cuarto).
Mis padres no han estado esta tarde en casa y he aprovechado para desvirgarla.
Sé que esto suena totalmente cínico, pero, querido lector, no sabe lo bien que
he sentido después de hacer el amor con ella y viceversa.
Ella está muy enamorada de mí, imagínese usted
una chica de dieciséis años que descubre su primer amante de alcoba. Yo no sé
si llamar lo mío amor o sexo. Si tuviese sus años seguro que estaría loco por
ella porque es una chica genial, pero quizás con esa edad yo no sabría valorar
todas sus cualidades, puede ser una de las causas de las relaciones de hombres
mayores con mujeres más jóvenes, también puede ser una idiotez mía, no lo
descarto.
Ahora tengo un problema bastante gordo. No sé
qué hacer. No tengo respuesta. Ya le mantendré informado.
Un año después.
Sé que no me he tomado mucha celeridad para
escribir. Pero tampoco tenía ganas, querido lector. Hoy vuelvo a escribir a causa de que me han roto el corazón
totalmente. Me lo merezco, he sido un verdadero granuja.
¿Se acuerdan de María? Pues bien, la convencí
de que no dijera nada a nadie y ella lo cumplió. Estuvimos viéndonos medio año,
dos veces por semana como norma general, alguna excepción hubo y nos vimos
hasta tres. Ella no podía entender cómo yo no le decía nada a mi novia si era a
ella a quien realmente amaba:
—No aguanto más vernos a escondidas todo el
rato. Me siento como una zorra —decía ella.
—¿Crees que esto es fácil para mí?, yo también
estoy sufriendo —respondía yo.
—Pues díselo de una vez por todas a mi hermana
para quedarnos todos tranquilos.
—Claro, así de fácil. ¿No ves que destrozaría a
tu hermana y a tus padres?
—¿Tú me quieres? —preguntaba ella.
—Sí —decía yo aunque con las ideas muy liadas.
—Entonces, si tu amor es suficiente grande,
podrás decírselo, podríamos ir a vivir juntos.
—¡Claro! Creo que tú ves mucho cine romántico.
—Esto no es vida, siempre nos vemos en tu coche
o cuando en tu casa no hay nadie o en hoteles de mierda como éste —gritaba
ella.
—Los pago yo todo estos jodidos hoteles —dije
yo con mala defensa.
—Si yo trabajase, te aseguro que pagaría… pero
ya veo, solo soy tu puta.
—Te equivocas, cariño. Te aseguro que todo
saldrá bien.
—¿Me lo prometes? —preguntaba ella dulcemente.
—Sí —dije sin más y la besé.
Broncas de este tipo tuvimos pocas. Junto a
María he pasado los mejores seis meses de mi vida. Me gustaba estar a su lado
porque siempre nos reíamos de todo, y también cabían las pláticas serias y el
sexo. Desde mi perspectiva de pareja no se puede pedir más (sé que un machista
sí puede).
Pero el último mes fue diferente. La notaba en
otro mundo, pensaba en otro tema y no era precisamente yo lo que entraba en esa
bella cabeza. Tampoco insistía mucho en mi relación con mi novia. Un día, harto
de su carácter anómalo, le hablé de la cuestión:
—¿Qué te pasa? —le pregunté.
—Nada ¿Por qué haces esas preguntas tan
extrañas? —me decía ella.
—Últimamente estás muy extraña, antes no eras
así.
—Puede ser, no lo sé.
—¿Es por tu hermana? —pregunté yo.
—No —respondió ella.
—¿He hecho algo malo?
—¡Qué va! Tú eres maravilloso.
—¿Entonces? No entiendo nada —le comenté.
—Esto que te voy a comentar es muy difícil para
mí —dijo María.
—Tranquila…
—Estoy enamorada de otro hombre.
—¿Quién es él? —hablé sin pensar.
—Mi profesor de música —contestó ella
aparentemente tranquila.
—¿Qué? ¿El del teclado? Si tiene treinta años.
—Sí, pero es un sol. Es increíble.
—¡Es un puto pureta! —grité cabreado.
—A ti no te saca mucho, además él no tiene novia.
Sé que me quiere de verdad — ¡vaya indirecta que me mandó!
—Tranquila, la dejo hoy… ahora mismo, te lo
prometo —casi lloré por la noticia.
—No, ya no te quiero. Siempre te recordaré. Has
sido muy importante en mi vida, pero ahora he conocido a otro hombre tan
maravilloso como tú. Lo quiero y deseo compartir mi vida con él —hablaba María
tranquila y segura.
No me lo podía creer. María tan solo hace seis
meses que se moría por mí y sin más se enamora de otro musiquillo frustrado de
la vida que nunca va a llegar a ser como su gran ídolo, Jon Lord, y únicamente
será un periodista musical criticón con los jóvenes que sueñan como lo hizo él
en su día.
La ruptura con María me rompió más de lo
esperado. Pensaba que tenía la relación controlada, pero como dice el dicho “yo
mando pero ella toma las decisiones”. Eso me pasaba por salir con una
adolescente, todo el mundo sabe que a estas edades se cambia muy fácilmente de
opinión, algunos hasta se suicidan por escuchar Kurt Kobain.
¿Y mi novia qué tal? Pues cuando estuve con
María no se dio cuenta de nada, sospechaba que ya no tuviese yo tantas ganas de
compartir secretos de alcoba. Yo solía decir que necesitaba descansar para
coger otra vez alegría e ilusión en el sexo. A ella le extrañaba esto mucho.
—De un hombre no me creo que se la apague el
apetito sexual —decía mi novia.
—¿Tanto cuesta de creer? —decía yo
irónicamente, pero siempre fracasaba.
—¡Sí! ¿Tienes la regla?
—¡No!
—¡Ya sé lo que pasa aquí! —chillaba mi novia.
—¿Qué? —gritaba yo también.
—¡Me engañas! Estoy segura.
—¡Jamás haría eso!
—¡No me engañes! —insistía ella.
—Te lo prometo —mentía yo.
—¿Por qué?
—¿Por qué, de qué?
—¿Por qué me lo prometes? —preguntaba ella.
—Por el disco que más me gusta de Queen, Hot
Space —mentí yo estrepitosamente diciendo el nombre del disco que menos me
gustaba, pero a ella no le gustaba Queen y no tenía ni idea de su música.
—Bueno. Sé que te tomas muy en serio lo de
Freddie Mercury. Perdóname, cariño — decía ella un poco, pero no mucho,
arrepentida.
—No pasa nada, cariño —dije yo con la
sonrisilla maligna.
Cuando me dejó María, volvieron a frecuentar
las relaciones sexuales con mi novia y ella estaba muy contenta. Hasta por un
momento se creyó mi crisis sexual. Con mi novia era feliz, pero una vez me
quedaba solo, sufría por María. ¡Cómo me había podido enamorar de una niñata!
Una tarde, en casa de mi novia, María nos presentó a su novio. Ni a los padres
de María ni a mi novia le hacían mucha gracia la pareja de María pero
aguantaron por el amor de hija y hermana. Yo no.
—No entiendo cómo dejáis a vuestra hija salir
con alguien tan mayor —decía yo a mi suegra.
—No puedo controlar los sentimientos de mi hija
—respondía mi suegro.
—No parece malo, el chico —hablaba mi suegra.
—Puede ser un pervertido —ataqué yo.
—Sé que aprecias mucho a mi hermana, pero ya es
mayor para saber lo que hace —decía mi novia.
—Aún no es mayor de edad —volví atacar.
—Lo que te pasa a ti, cariño, es que te han
educado con esa filosofía católica de la culpabilidad y por eso piensas así
—decía mi novia.
No volví a sacar el tema, no quería ser el
causante de alguna escaramuza. Aunque tampoco quedé como una persona manirrota.
Sinceramente, en otro tiempo me hubiese dado igual, pero ver a María con ese
enjuto me ponía enfermo. Por suerte, no volví a ver a ninguno de los dos. De
esta manera pude olvidar y ser feliz con mi novia.
Pero estos dos últimos meses le tocó al turno a
ella a negarse tener relaciones sexuales. ¡Es que a las personas nos da miedo
ser felices, sentimientos remordimientos para ser buenos cristianos! Era algo
increíble, no me lo podía creer. El primer mes de crisis tan solo lo hemos
hecho tres veces, pero es que en el segundo mes únicamente ha caído una alegría
y en la primera semana. Tras esta sequía de tres semanas, he tenido que hablar
con mi novia esta tarde, yo estaba confiado de que todo se podría arreglar.
—¿Qué pasa, cariño? —he preguntado yo
cariñosamente.
—Nada, mi amor —ha respondido ella muy
secamente.
—¿Segura?
—¿Es por el sexo, verdad?
—Sí —he respondido sin saber qué decir.
—Lo siento. Me pasa como a ti, estoy en crisis
—ha dicho sin mirarme a la cara pero tranquila.
—Claro, te entiendo, pero ni lo mío fue tan
radical.
—Ya sabes cómo somos las mujeres.
—Ahora soy yo el que creo que me engañas —he
dicho para que se arrepienta y así tener relaciones sexuales de una vez.
—¿Qué? —ha dicho ella sorprendida.
—Lo que oyes.
—¿De verdad lo crees?
—Sí. ¿Quién es él? —he dicho con voz de
GESTAPO.
—Es Rafa —me ha respondido mi ex tan tranquila,
como si no pasase nada.
—¿Qué Rafa? ¿Lo conozco?
—Creo que sí.
—¿Cómo que sí? —he gritado desesperado.
—Sí —ha dicho ella sesgada.
—Sólo conozco un Rafa.
—Pues es él.
—¡Te estas follando a mi padrastro! —he
chillado como una verdadera víctima del amor. Mis padres se divorciaron hace
diez años. Rafa sale con mi madre desde hace cinco y desde hace tres años viven
juntos, conmigo.
—Lo siento —ha contestado suavemente.
—¿Cómo ha sido?
—Los dos trabajamos cerca. Un día me vio y me
invitó a comer. Le comenté tu crisis sexual. Él siempre fue muy sincero
conmigo, me dijo que todo era una mentira tuya, que tú me engañabas… pero yo
nunca lo creí. Poco a poco nos fuimos contando nuestras intimidades. Hace dos
meses me reconoció que ya no estaba enamorado de tu madre. Y hace mes y medio
que nos acostamos.
—¿Va en serio? —he preguntado por decir algo.
—Sí —ha respondido ella tranquila.
—Te estás acostando con un hombre de cincuenta
cinco años, de aquí cinco será impotente, cuando se le acaba el viagra ya me
vendrás a buscar, pues lo tienes claro…
Y con toda mi dignidad me he ido. Pero a los
cinco segundos he picado la puerta por dos motivos: una, era mi casa donde ha
ocurrido los hechos y, dos, me he ido desnudo porque me había quitado la ropa
par impresionar a mi ex y poder sentir placer, aunque ni así ha funcionado.
Me ha dolido mucho que lo haya conocido en la
casa de mi madre, en mi casa. En la ex casa de Rafa, para mí era como mi
segundo padre y jamás hubiese esperado traición alguna por su parte. Ella se ha
ido. Ha venido mi madre esta noche llorando porque Rafa se lo ha contado todo.
Hemos maldecido a nuestras exparejas por lo ocurrido. Ella ha echado la culpa a
su antigua nuera y yo a su última pareja. Pero supongo que la culpa la tiene
cada relación con sus propios problemas. Pensándolo bien, la culpa es mía, he
jugado con fuego y me he quemado. Finalmente se han ido las dos hermanas, las
dos mujeres que más he querido en mi vida (ya sabes que tú, mamá, no cuentas
como mujer, tú eres como una diosa para mí).
He quedado sorprendido de cómo las dos hermanas
me han dejado, una frialdad increíble, suerte que María eran tan genial. De su
hermana aún me lo podía esperar, pero de la pequeña jamás. No sé si son así
todas las mujeres, sinceramente creo que no pero estoy tan roto que sólo digo
necedades, o eso les viene de familia, pero yo he quedado destrozado. Lo peor
de todo es que hay víctimas co-laterales como es mi madre. Lo siento mucho más
por ella, a su edad le va costar más encontrar pareja. Yo ahora estoy mal, pero
soy consciente de que en parte me lo he buscado. Soy joven, tengo humor, saldré
adelante, quedaran heridas abiertas para toda la vida, sin embargo, no van a
sangrar hasta el día de mi muerte… bueno, en todo caso, ahora es muy pronto
para hablar, estoy muy cansado, tengo ganas de llorar, pero voy a luchar, voy a
salir adelante.