sábado, 2 de mayo de 2015

El caído.

El caído

Eran las diez en punto de la mañana cuando a Henry le sonó el despertador. Maldijo su vida y la del despertador al escuchar ese ruido infernal, hay que tener en cuenta que únicamente había dormido tres horas. Tenía que levantarse pronto para buscar a sus hijos en casa de su ex mujer. Henry desayunó un poco de cereales, se afeitó y se duchó, cuando estaba a punto de salir de su casa le hizo una visita su hermano mayor: Paul.

¿Cómo estás, Paul?
Bien dijo Paul secamente, analizó a su hermano y se llevó una decepción. Por tu cara adivino que ayer saliste.
Sí.
Hoy tienes que ir a buscar a tus hijos.
Ya.
Parece que a ti no te importan.
Sabes que sí.
Henry, soy tu hermano y te quiero, no me gusta ver cómo te jodes la vida. Lo tuviste todo: una buena y guapa mujer, una carrera futbolística única, ganaste muchos títulos con el Barça… ¿qué queda de esa gran persona? Nada, únicamente un jugador retirado con treinta y dos años a causa de los excesos de alcohol.
Te recuerdo que si tú vives bien es gracias a mí, a tu hermano pequeño dijo Henry rencorosamente.
Es cierto, no te lo puedo negar. Me llevaste contigo a Barcelona, muchos otros hubiesen pasado de traer a su hermano mayor, tú nunca has sido como los demás… eras buena persona, ¿qué te pasó?
Supongo que en Londres no hay la fiesta de Barcelona.
Henry, aún recuerdo tu mejor temporada. Tú y Ronaldinho ganasteis la liga española y la Liga de Campeones, erais un gran pareja… los dos fuisteis una mala influencia el uno para el otro, él fue más afortunado que tú, cuando vio que os cargasteis el equipo, se fue a Milán a continuar con sus borracheras…
Sí, Paul, yo me lesioné, ¿qué culpa tengo yo?
Mucha, y lo sabes muy bien. Tanto alcohol y tus grandes comilonas acabaron contigo, ibas a entrenar como si se tratase de andar un poco… claro, eso tuvo sus consecuencias: poco a poco perdiste tu velocidad, frecuentaban las lesiones hasta que la última te retiró del fútbol.
Tienes buena memoria, no te quejes tanto, hombre, ¿a ti te ha faltado el dinero alguna vez?
No lo entiendes, Henry, no es por el dinero, no es por mí. Es por ti, no eres feliz con tu actual estado de vida. Tienes muchísimo dinero pero algún día se acabará ¿entonces qué? Ayer hablé con papá y mamá… Paul se calló, le costó volver a hablar a causa del miedo. Vuelvo a Londres, no aguanto estar más aquí.
¿Te vas? Henry miró a su hermano con tristeza, no podía creérselo. ¿Cuándo?
El sábado que viene, por eso he venido tan pronto hoy, no quería decírtelo delante de los niños.
Paul, tú eres la única persona cuerda que tengo alrededor, dime qué voy hacer ahora.
Has acabado con mi paciencia, Henry, he intentado ayudarte pero tú no pones de tu parte, tengo que pensar en mí.
Supongo que tienes razón.
¿Supones? rió irónicamente Paul. Te has aprovechado de mí. Me utilizabas para que tu ex mujer no supiese de tus infidelidades, llegaste a decirle que era yo quien tenía problemas con el alcohol y una vida sexual desenfrenada… hasta que llegó aquella niña preñada recién cumplida la mayoría de edad.
Pagué el aborto.
Sólo faltaría, pero tu cara salió en toda la prensa amarilla y fuiste la vergüenza de la familia.
Se me escapó de las manos, perdí el norte… ahora ya es tarde.
No es tarde, Henry, aún tienes bastante dinero, no seas tonto y haz un buena inversión, compra unos pisos y luego los alquilas.
Te recuerdo que hay crisis dijo secamente Henry.
Tú siempre con excusas, la crisis afecta a los trabajadores, no a la gente rica, al menos no de la misma manera.
Supongo que tienes razón Henry miró el reloj, quería irse y respirar tranquilo.  Me tengo que ir, voy a buscar a los niños, ¿luego te pasarás?
Sí, me quiero despedir de mis sobrinos.
Está bien, hasta la tarde, entonces.

Henry acompañó a su hermano hasta la puerta, fue una despedida fría. A los cinco minutos cogió el coche para buscar a sus hijos. Durante el trayecto pensó en su vida “tiene razón Paul”, pensaba Henry, “lo tenía todo, sin embargo, me dejé seducir por las mujeres bellas que me cortejaban, ellas únicamente querían estar conmigo por mi fama, nada más, yo en parte lo sabía aunque no me importaba, tan sólo quería pasármelo bien, olvidé a mi familia, traspasé la raya, muchos jugadores son infieles a sus esposas pero mi vida era parecida a la de Goerge Best, en más de una ocasión la prensa española me comparó con él, ahora bien, la carrera de Goerge Best fue más rica que la mía o más larga”. Henry intentó recordar el día que cambió aunque no llegaba a poner una fecha concreta, fue una época muy confusa. “¿Qué me queda ahora?”, volvió a pensar Henry,. “Mi vida ha ido de arriba abajo, aún cuando salgo hay alguna jovencita que quiere pasar un buen rato conmigo aunque ya no es como antes, en aquella época me lo pasaba muy bien, a causa de mis borracheras no era consciente del daño que hacía a mi familia, hoy en día todavía bebo porque soy incapaz de dejar el alcohol, no tengo fuerzas. Soy consciente que soy una mala influencia para mis hijos, hace dos años me quedé dormido borracho en el sofá, se cayó el cigarro en el sofá sobre la tapicería y gracias a Charles no se quemó la casa, ¡gracias a mi hijo de ocho años! Mis dos hijos estaban en casa… aún me extraña que Diane esté tranquila cuando me llevo a los niños, supongo que no lo está, es buena persona y quiere darme otra oportunidad aunque eso signifique quitarse horas de sueño”.

Henry llegó a casa de Diane, lo estaba esperando hacía bastante tiempo. Henry y Diane tenían la misma edad, se conocieron en el instituto y se hicieron novios. Henry dejó pronto los estudios por su carrera futbolística en el Arsenal, dejó embarazada a Diane y se casaron, años más tarde la familia fue a Barcelona. Fue en esa ciudad donde Henry conoció una nueva vida de la cual quedó enamorado, acostumbrado al escaso sexo matrimonial no pudo evitar sentirse atraído por las beldades de la ciudad, otra causa de su descontrol fue estar lejos de la influencia de sus padres que le habían dado una educación conservadora, cuando estuvo lejos de sus padres y con cierta libertad no supo controlar su vida.

El hijo mayor se llamaba Charles y tenía diez años, tenía una personalidad fuerte y egoísta como el padre, no se llevaban muy bien, y menos con el accidente del cigarro. Ana (tenía el nombre español porque había nacido en Barcelona) tenía seis años y poseía el carácter dulce y tranquilo de su madre, quería mucho a su padre aunque tampoco lo veía mucho. Henry tuvo la suerte de que Diane nunca hablara mal de él delante de sus hijos.

Has tardado, Henry.
He estado hablando con mi hermano.
¿Qué se cuenta?
Dice que vuelve a Londres.
¿Por qué?
No soporta estar más aquí conmigo.
Lo siento dijo sinceramente Diane.
Todo lo bueno que he tenido me lo he cargado.
Un poco tarde para lamentarse.
Perdóname, Diane.
Confórmate con que te deje ver a nuestros hijos.
Sé que para ti significan un gran esfuerzo.
Sí, Henry, me da miedo que vean algunas de tus zorras, no quiero que piensen que la vida es una continúa fiesta.
Jamás han visto alguna de mis aventuras confesó Henry.
Así tiene que continuar.
Sabes que si no vuelvo a Londres es por los niños.
Sí, pero mi relación con Marcos va muy bien, es un buen hombre, me gusta vivir en Barcelona con él.
Me alegro que te vaya bien.
Muy bien, vamos a tener un hijo comentó Diane rápidamente porque no se atrevía a decírselo.
Vaya… dijo débilmente Henry, no sabía qué decir. Vais rápidos, lleváis sólo un año.
Ha sido buscado, la mayor locura fue quedarme preñada de ti.
Pero tuvimos un hijo maravilloso, Diane.
Es como tú, por eso no os lleváis muy bien, en cambio, Ana te adora, no tiene muchos recuerdos de ti pero está encantada que su papá fuera un gran futbolista, lógicamente no sabe nada de tu decadencia y tus mujeres.
Lo siento.
Ya te he dicho que es muy tarde Diane se calló y volvió hablar para expresar bien sus pensamientos. Nunca te he preguntado algo, Henry, pero es importante para mí.
Dime.
¿Cuándo comenzaste a ser infiel?
En la segunda temporada, un año antes de nacer Ana, pero las súper borracheras no fueron hasta la cuarta temporada. Todo se descontroló a partir de la cuarta temporada.
Sí, todo coincide. Y yo creía tus mentiras, caíste tan bajo.
He pagado las consecuencias.
Más yo.
Puede ser, Diane. Voy a buscar a los niños.
Será lo mejor.

Los dos fueron a la habitación de Ana que estaba dibujando para hacer un regalo a su padre, cuando Ana vio a Henry lo abrazó con mucho cariño y le enseñó el dibujo, era Henry marcando un gol, a él le gustó mucho y llegó a emocionarse un poco.
Luego fueron a la habitación de Charles pero no estaba preparado ya que el hijo mayor no quería irse con su padre.

¿Por qué no quieres ir con papá? preguntó Diane.
Quiero quedarme contigo, mamá.
A mí me ves cada día, cariño.
Sí, pero también quiero estar contigo y Marcos este fin de semana este comentario sobre Marcos molestó mucho a Henry.
Hijo dijo Henry, nos lo vamos a pasar muy bien, podemos jugar a fútbol en el jardín mientras tu hermana dibuja.
No quiero…
No seas tonto, yo quiero estar contigo, Charles suplicó Henry.
Papá, en el colegio se ríen de mí porque soy hijo de un borracho… no quiero ir contigo…

Charles se fue de la habitación, Diane lo llamó para que volviese pero el niño no hizo caso, Henry habló con Diane y le dijo que era mejor no llevárselo este fin de semana, era normal que estuviese molesto y disgustado por tales comentarios con su padre, se llevó únicamente a Ana que se entristeció un poco, luego, en el coche de su padre se animó y se olvidó del asunto. Llegaron a casa de Henry y jugaron un poco antes de comer, la relación entre padre e hija era muy buena y cordial, Henry pensó mucho mientras jugaba con su hija: “con Ana es cuando soy una persona amable y buena, recuperó aquel ser humilde y trabajador que tanto gustaba a Diane y Paul, creo que Ana es la única persona que me hace feliz, quiero mucho a Charles, sin embargo, él acabará odiándome a este paso, quizás me lo merezco por tratar mal a su madre, nunca la pegué, nunca le faltó de nada, bueno, quizás lo más importante, cariño…”.

Papá… -interrumpió Ana.
Sí, dime, hija…
Tengo hambre…
Voy hacerte un bistec con patatas fritas, ¿quieres?
¡Sí! gritó la niña feliz. Mamá no me deja comer patatas fritas, dice que engorda mucho.
Tiene razón mamá, pero por un día no pasa nada.

Henry no tardó mucho en cocinar los bistecs y las patatas fritas, Ana, mientras, vio la televisión. Ya en la comida Ana no paraba de hacer preguntas a su padre sobre su carrera futbolística, Henry intentó esconder su etapa negra, no obstante, Ana sabía más de lo que pensaba Henry.

Dice Charles que tú eres un borracho.
Es mentira, cariño.
Entonces, ¿por qué miente Charles?
Es lo que escucha en el colegio… Ana, los niños son muy malos y tienen envidia de que el padre de Charles haya sido un gran deportista y sus padres no.
¿Tú no bebes?
No, tesoro, no mintió Henry entre risas fingidas.

Dos horas más tarde llegó Paul para despedirse de su sobrina, preguntó por Charles y Henry le explicó lo sucedido, Paul no quiso dar su opinión sobre la decisión de Charles. Paul cenó con su hermano y su sobrina, Henry ya estaba realmente cansado de no haber dormido, pensaba acostarse en cuanto se fuese su hermano. Ana se durmió  a las diez y cuarto de la noche ya que estaba muy cansada, a los cinco minutos se fue Paul, fue una despedida triste y fría que afectó mucho a los dos hermanos. Henry, antes de dormir, se puso a ver el partido de fútbol con un güisqui y un cigarro, durante el día no había tenido ganas de beber a causa de la resaca pero después de la cena el cuerpo se le había reactivado, no miraba mucho el partido porque estaba ahogándose en sus pensamientos: “he mentido a mi hija, algún día será grande y sabrá toda la verdad, entonces me odiará como me odia Charles, quizás Paul tenía razón, aún estoy a tiempo de salvarme, de tener una familia y un futuro estable… sin embargo, no sé cómo dejar el alcohol… no tengo fuerzas, significa que no quiero a mi familia… no digas eso, Henry, mira el partido y calla”.

Henry bebió otro güisqui para salir de tales pensamientos y la nueva copa lo animó a beber poco a poco, a medida que iba bebiendo también se le iba el sueño y los pensamientos sobre su familia, sintió ya perder el control sobre sí mismo aunque tampoco importaba, ya no pensaba en nada, tan sólo era una máquina de beber y fumar, disfrutaba estando así, fuera de todo y de todos, no tenía que aguantar a nadie y hasta llegaba a reírse, pensó que también tendría que dejar con el tiempo el alcohol por el bien de Ana. En aquel momento todo parecía estar en orden y armonía, Henry se encontraba muy bien, hasta que se acabó la botella de güisqui. No podía ser, Henry quería más, normalmente en estas ocasiones solía ir a comprar una o dos botellas a una licorería cerca de casa, sin embargo, está vez dormía bajo su techo su hija pequeña. Estaba muy nervioso y quería beber más, “vuelvo en un momento, no pasará nada”.

Cogió el coche y corrió lo máximo que pudo, iba ya un poco beodo aunque tuvo suerte y no le paró la policía ni tuvo un accidente, compró dos botellas y volvió corriendo a su casa, fue en ese momento cuando se arrepintió de haber comprado el alcohol. “Qué bajo he caído”, pensó, “cómo puedo ser tan irresponsable, he dejado a mi hija de seis años sola en casa ¡cómo se entere Diane me mata! Se acabó, el alcohol domina mi vida, tengo que dejarlo, necesito ayuda, quizás lo mejor sea volver con Paul a Londres para curarme, cuando esté bueno y sea un buen padre mereceré ver a mis hijos, hoy por hoy, prefiero que no me vean a verme borracho perdido, tengo… quiero ser un buen padre”.

Henry llegó a casa, aparcó y cuando iba abrir la puerta se sorprendió que la televisión estuviese tan alta, al entrar no vio nada extraño “seguramente que he dejado la tele a toda hostia, espero que Ana no se haya despertado”. Fue a ver su hija y dormía plácidamente, bajó al comedor y tiró las dos botellas, llamó a Paul para hablar sobre su idea de volver con él, su hermano mayor se alegró de escuchar un cambio y aceptó encantado que volviesen juntos para superar los problemas de Henry. Cuando terminó la conversación Henry llamó a Diane para explicar su decisión.

Me alegra que por fin tengas una iniciativa de cambiar dijo Diane escépticamente.
Por tu voz me da la impresión que no me crees.
No del todo.
Explícate.
Ahora vas un poco borracho, por eso me has llamado, ¡vas borracho con nuestra hija en tu casa! ¿No te da vergüenza…?, por eso has pensado tales ideas, mañana tendrás ganas de beber y beberás.
Así no me ayudas mucho, Diane.
Yo no soy tan buena persona como tu hermano.
Antes lo eras.
Tú me cambiaste, Henry.
Tienes razón, te cambié, es cierto, ahora voy un poco borracho y me doy asco, Ana está aquí, me quiere y por eso voy a dejar el alcohol, sé que me va a costar… quizás tenga recaídas pero por eso vuelvo a Londres, no puedo curarme solo e únicamente mis padres y mi hermano podrán aguantarme… ¿escuchas, Diane?
Sí, Henry, no piensas volver hasta estar curado.
Exacto.
Ojalá que vuelvas, Henry, ojalá.
Gracias, Diane, y lo siento otra vez.
Déjalo.
Nos vemos mañana.
Hasta mañana, buenas noches.
Buenas noches.


Al día siguiente Henry llevó a Ana a casa de su madre, allí habló con sus dos hijos y les explicó toda la verdad, Ana lloró mucho y Charles se hizo el fuerte y en ningún momento habló con su padre porque no lo creía. Henry se fue con el corazón partido por sus dos hijos, quizás tendría que haberles mentido pero ya estaba harto de mentir, quería reconstruir su vida, volver a ser feliz. “Tengo mucho miedo”, pensó Henry, “tengo miedo al fracaso y a la familia, es un gran esfuerzo que tengo que hacer, no obstante, vale la pena, cuando no pueda más pensaré en mis hijos, espero volver algún día a verlos con dignidad”.


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