Ana y Pepe
Ana y Pepe eran dos primos de tres años, jugaban siempre en la habitación
del niño cuando la madre de Ana iba a ver a su hermana gemela. Ana y Pepe eran
muy amigos, se estimaban mucho, no obstante, exactamente ellos no sabían aún
que era el amor o la amistad, simplemente jugaban y se lo pasaban bien.
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Quiero probar algo – dijo Ana una tarde.
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¿Qué? – preguntó inocentemente Pepe.
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Lo he visto en la tele…
Ana besó a Pepe, fue un beso con lengua. El primo no sabía exactamente
qué era lo que hacían. Sintió un escalofrío por todo el cuerpo, un goce
extraño. No era el típico encanto sexual de un adulto, era más bien un mareo que
le provocaba un contradictorio bien estar. Hasta sentía un pequeño dolor por la
laringe ya que a tan corta edad su cuerpo era muy sensible a cualquier ataque
con napalm. Ana sentía una sensación parecida, no sabía qué era exactamente
aquello del beso pero le gustaba morrearse con su primo. Continuaron aquella
tarde intercambiando sus fluidos, si bien, debido a su corta experiencia no
hicieron nada más. Al fin de semana siguiente, cuando las madres mandaron a sus
inocentes hijos a la habitación de Pepe para jugar. Ana se tumbó directamente
al pequeño cuerpo de su primo y se fusionaron sus almas. No era sexo, era amor,
el sexo es sucio y placentero, no obstante, aquellos dos niños sentían extraños
sentimientos que no entendían: era inocencia, pureza, comodidad, respeto, no
sabían qué era el incesto… sólo imitaban a unos actores de quizás una película
barata que había visto Ana en la caja tonta. Casi no sabían hablar pero sí
besar, un logro para dos católicos. Volvieron a repetirlo las siguientes
semanas aunque la historia terminó rápida ya que sus respectivas madres se
pelearon por la herencia de la fallecida abuela tras un infarto inesperado. Pasarían
muchos años hasta que las dos familias hicieran las paces. Ana y Pepe eran dos
jóvenes con sus respectivas parejas. Los dos se acordaban de aquellos momentos,
sin embargo, jamás lo mencionaron por vergüenza y por miedo a que su primer amor
no recordarse aquellos días tan gloriosos.