sábado, 6 de febrero de 2016

Maribel

Maribel

Estaba yo tomando unas cervezas tranquilamente en un bar de mala muerte de mi barrio. Mis acompañantes esa noche fueron Pepe, Julio, Enrique y su novia María. Pepe, Julio y yo llevábamos toda la tarde bebiendo cerveza en ese bar, el cual nunca antes habíamos ido, luego fuimos a cenar con Enrique y María para luego volver al mismo bar a tomar más cerveza. Ya estábamos yo y mis dos amigos en un estado un poco ebrio, aunque controlando nuestras locuras. En el momento de una plática amable y educada con el camarero del bar, nos contaba su vida en su Pakistán natal, entró una mujer rubia de más de cuarenta años, una cara fea, un poco arrugada y con una nariz muy grande y torcida pero un bonito cuerpo, sus tetas y su culo aún se mantenían en una buena posición y no tenía grasa, lo cual era algo maravilloso para alguien de su edad, no obstante, percibí que habría problemas al ver esa mirada de loca. Pidió un gin tonic en la barra y se fue a la mesa a beber sola, malo pensé yo, una mujer sola más tarde de las doce la noche significa que está loca, sobre todo si tiene más de treinta años, teniendo en cuenta que la rubia tenía o aparentaba más de cuarenta no daba buenas señales de su salud psicológica. Seguimos nuestra conversación hasta que la rubia nos interrumpió para preguntarnos el número de alguna agencia de taxis.

-        Yo tengo un número – dijo Enrique.
-        ¡OH! Que bien – respondió la rubia –, es que he quedado con mi querido.
-        Mira – Enrique enseñó el número a la rubia.
-        Gracias, voy a llamar – se fue a la calle, hizo que llamó y volvió al bar a jodernos de nuevo – No lo coge la agencia de taxis, he llamado a mi querido y tampoco lo coge, estoy preocupada, he quedado con él en Plaza España. Ahora a lo mejor no lo veo, menuda mierda.
-        ¿Es tu novio? – Preguntó Enrique, mientras Pepe, Julio y yo intentábamos ignorarla, el bueno de Enrique y María escuchaban con un gran corazón la historia de la rubia.
-        No, es mi amante, somos amantes, él es marroquí, llevamos cuatro años viéndonos a escondidas – respondió la rubia.
-        ¿Y eso? – Dijo María, lo que faltaba pensé, le están dando protagonismo a esa loca y ni siquiera se dan cuenta.
-        Yo llevó casada casi veinte años pero de vez en cuando me veo con mi marroquí, mi amante es amigo del camarero ¿verdad? – El camarero respondió afirmativamente con un gesto de la cara – Y hoy había quedado, pero… - la muy loca se calló, hablaba con los ojos muy abiertos, como una farlopera, no paraba de mover la cabeza y estaba muy nerviosa, yo intenté sacarla de nuestras vidas.
-        Tienes acento de pija – le dije sin ton ni sol, todos me miraron sin saber a qué venía tal comentario, era cierto, era una estupidez pero quería librarme de esa petada.
-        ¡OH! ¡OH! – Gritó algo más – Tú eres un racista, me dices eso porque mi novio es marroquí, eres un ignorante, un cabrón, un gilipollas, pues que sepas que ese camarero paquistaní me pone más que tú, no eres tan guapo como crees – santo dios, encima yo le molaba, tales palabras de una mujer no podrían expresar otros sentimientos, mientras decía todas esas gilipolleces me miraba de una manera obsesiva, no movía para nada los ojos, sólo se centraba en mí y todavía tenía los ojos más abiertos.
-        Jeje – se río el bullanguero de Pepe – Te equivocas mucho… mmm...… perdona no sé tu nombre.
-        Maribel.
-        Bien, Maribel, mi amigo Lorenzo es una gran persona, no tiene ningún problema con los inmigrantes, es más, hasta hace poco salió con una negra, tengo que confesar muy espectacular, una negra que él la trató como una reina, te lo puedo asegurar, y fue ella quien lo dejó, no él.
-        ¡Pobre! Lo siento, Lorenzo ¿por qué te dejo?
-        Cuestiones muy privadas, lo siento – respondí yo.

Creí que siendo zafiro podría esquivar una larga y pesada conversación, sin embargo, ella cogió uno de los taburetes y se sentó a mi lado con una cara cariñosa y una sonrisa maquiavélica, no paraba de mirarme fijamente y a mí eso me molestaba. Julio, que se encontraba de pie a mi izquierda, se alejó de mí y de Maribel ya que no se fiaba nada de ella. En cambio, Pepe, que se encontraba a la izquierda de Julio, se posicionó cerca de mí ideando un plan para echar unas risas con o de Maribel. La pareja estaba a la derecha de la rubia, también sentados en taburetes, escuchando las paridas que soltaba esa loca, mientras no paraba de mirarme con esa puta sonrisa y para colmo con su mano tocaba la mía, lo cual lógicamente a mí me producía una nueva opinión sobre ella, uno no es de pierda y más con un cuerpo bonito, ya había olvidado la cara.

-        Sois unos críos – dijo Maribel - ¿cuántos años tenéis?
-        Veinte uno – respondieron Pepe y Enrique.
-        Veinte tres – respondió María.
-        Veinte cuatro – respondí yo, Julio no se dignó ni en responder ya que estaba hablando de no sé qué con el camarero, Maribel tampoco le hizo caso, sólo estaba por mi cuerpo - ¿y tú?
-        Cuarenta y dos.
-        No son tantos, guapa – ya he dicho que uno no es de pierda y más con esa mano por mi cuerpo.
-        Sois muy niños – volvió a decir – mejor así, aprovechar ahora.
-        ¡Claro! La vida es para vivirla – dijo Enrique.
-        Si, sin duda, mi vida es una mierda – en ese momento se acabó su copa y se pidió otro cubata de esa ginebra de mierda que tenía el camarero pakistaní. Maribel bebió un largo trago.
-        ¿Por qué dice eso? – Preguntó Enrique – La vida puede tener contragolpes, pero hay que saber llevarlos.
-        No los míos – respondió Maribel, mientras yo deseaba que la pareja cerrase la boca.
-        ¿Qué te pasa? – Preguntó María, maldita sea.
-        Vosotros no podéis comprenderlo, sois muy jóvenes – dijo tristemente mirando el suelo.
-        Quizás te podamos ayudar – argumentó estúpidamente Enrique.
-        Claro – le defendió María.
-        No lo creo. No sabéis lo que es llegar a casa y que tu marido te trate como una mierda. Que te diga que eres una mierda constantemente, que te pegué, que te humillé cada día – dijo Maribel con la mirada perdida.
-        Tienes que dejarlo – opinó María.
-        Tengo un hijo de catorce años y una hija de once, trabajo sólo cuatro horas limpiando una casa ¿con qué dinero voy alimentar a mis niños?
-        Con el dinero que tendría que pasarte tu marido – respondió Enrique.
-        No me lo pasaría, me lo ha dicho.
-        Denúnciale – argumentó María.
-        No sirve de nada.
-        Vete con tu amante – volvió hablar María.
-        No, no puedo romper mi familia.
-        No la rompes, la ayudas – dijo otra vez María.
-        No es tan fácil como tú crees.

Dijo Maribel ya un poco irritada por los comentarios de mis buenos amigos, eso sí, a mí no paraba de mirarme igual aunque ya no me tocaba, cuando acabó esa frase fui yo quien le acarició su mano diciendo lo valiente que era, pero fui breve, sabía que ser muy pesado sería un grave error, mientras Pepe estaba callado ya que entendía que con un tema tan en serio no se podía hacer broma, Julio seguía la conversación con el camarero, Maribel le dio otro largo trago a su copa, Enrique tras ver su adicción al alcohol tuvo unos ideas… clasifícalas tú que lees este cuento.

-        Maribel, eres tú quien te creas los problemas.
-        ¿Qué?
-        Si. No afrontas tu vida.
-        ¿Cómo la voy afrontar? – Dijo ella irritada ante tales comentarios inocentes.
-        Maribel, engánchate a la vida – aquí apuntó estuve de hablar para callar a Enrique pero no me atreví.
-        Quieres que te demuestra mi día a día.
-        Te lo agradecería mucho – Maribel se colocó justo en frente de mi amigo y lo miró duramente a los ojos, la expresión de la loca cambió totalmente - ¿De dónde vienes? ¿EH? ¿De dónde vienes? Te he dicho de dónde vienes, de dónde vienes pedazo de mierda, que eres una mierda, (aquí Maribel pegó un guantazo al pecho de Enrique) pedazo de puta (le pegó otra vez pero más fuerte), guarra de mierda…

Maribel pegó con mucha más fuerza a Enrique y sin parar de mover la cabeza gritando “pedazo de puta”, sin querer tiró su cubata, su pelo largo y bien recogido se deshizo por tanto movimiento violento y dolor, la pobre loca lloraba mientras la agarramos, el camarero fue a tranquilizarla, habló un rato con ella, ésta le decía todo el rato que su amado le estaba esperando, que era lo mejor de su vida. El paquistaní volvió a la barra para poner otra copa a Maribel, pobrecilla, su vida había sido pisada por un cerdo, encima se inventaba historias absurdas como su amante marroquí, entonces lo comprendí todo, comprendí las miserias del mundo, lo absurdo de los ideales, la perdida del tiempo de algunos en hacer el bien, quien era malo era, es y será dueño del mundo, los demás únicamente somos peones insignificantes, por eso, simplemente por eso aún pensaba en follármela, un polvo rápido para tranquilizar mis hormonas, un aquí te pillo y nunca más te veo, era cruel, lo sé, sólo cumplía con nuestras leyes más íntimas, con nuestra naturaleza, nuestro tabú, era un simple ser primitivo que no olvidaba su verdadero ser, que sabía donde vivía, también era consciente de la perdida de tiempo en poder ayudar a una persona, no obstante, Enrique y María insistían en poder hacer algo por ella, era imposible, al menos para nosotros, cómo gente de veinte pocos años podríamos comprender a esa pobre víctima de cuarenta y tantos, ni me podía imaginar su sufrimiento, lo mejor, era consolarla, sin consejos, sólo los engreídos, los estúpidos dan consejos, yo nunca he dado y nunca he escuchado ningún consejo, soy un libertino de mente, de espíritu. A veces, es mejor dar simplemente un abrazo cariñoso, yo es lo que hice con Maribel, para poder tranquilizarla, pero Enrique volvió a querer ser bueno.

-        Maribel…
-        Perdona ¿te he hecho daño? – Preguntó Maribel tras cambiarle otra vez el carácter.
-        No, no me has hecho daño – respondió Enrique – es más, te agradezco que me hayas pegado para poder comprender tu situación.


Santa inocencia, pero no bendita por nuestra sociedad o la gente que nos rodea. Ni Maribel pudo contener una sonrisa tras aquel comentario, me gustaría decir que este cuento es pura ficción, no puedo, es totalmente autobiográfico. La loca nos dijo que éramos muy buena gente, fue un momento al lavabo, los cuales se encontraban subiendo unas escaleras circulares. Mientras ella estaba arriba Pepe me animó a subir, “es tuya, si quieres” me dijo, tenía razón, yo lo sabía, sin embargo, no era nada ético, pero el alcohol de mi cuerpo borró toda bondad posible. Sin decir nada subí yo también a los servicios, la esperé mientras hacía que me lavaba las manos en la pica, ella salió, me miró, cuando iba a hablar, la abracé y la besé, ella me dejo hacer. De repente paró y me dijo que era un crío, sólo respondí “ya ¿y?”. La llevé dentro de los servicios de caballero y la besé más, ella me bajó los pantalones y me masturbó para luego introducir mi verga en su boca. No duró mucho la felación, paró enseguida, le bajé los pantalones, me puse el condón (siempre llevo encima, nunca sé sabe lo qué puede pasar) y la penetré con mucha violencia, pareció gustarle, tenía un coño muy grande y peludo, yo soy de la nueva generación y como buen miembro me gustan los coños depilados o con poco pelo, no podría ni imaginarme comer un coño peludo, tenía experiencias anteriores bastante negativas. Se la metía como quería, fue un polvo de mierda, me corrí, por fin tranquilicé mi cuerpo y bajamos, “la próxima vez hay que cerrar la puerta”, bromeé, ella sonrió un poco, no hablaba nada. Cuando bajamos el camarero me miró mal, él era su amante, no me importaba, yo ya había terminado. La conversación siguió con ese caos, Maribel hablaba poco, el paquistaní iba a cerrar ya el bar, María iba a coger su bolso cuando vio que lo tenía Maribel, ésta se hizo la tonta diciendo que no se había dado cuenta, lo sentía mucho. Nos fuimos de ese antro y nunca más volvimos, el camarero cerró la persiana con su amante. Lo jodido de ese bar es que está en mi calle, cada día paso aunque no siempre recuerdo a esa loca, a esa pobre mujer. Con el tiempo he encontrado a más mujeres o hombres de la misma generación de Maribel que estaban muy locos, la generación del caballo, una generación perdida, personas que andan borrachas o drogadas a altas horas de la madrugada por el barrio, buscando una plática o una pelea que les quite por fin la vida, no tienen miedo de la muerte, el castigo para ellos es la vida.