viernes, 17 de octubre de 2014

Una Frase.

Una frase.

Tiene en la mente solo una maldita frase para componer un nuevo relato, quién sabe si corta o larga, y escucha a Led Zeppelin para construir el tono que no encuentra por inspiración. No escribe de noche, la noche es para dormir, le gusta escribir de día con una copa de anís antes de empezar y otra durante el proceso creativo. Su problema es su baja cosecha cultural, él escribe sobre lo que conoce o sabe lo cual se reduce a dos o tres placeres de alcoba y su experiencia laboral acentuado por la ironía y desvirtuado por el anís. Lleva años escribiendo sobre el mismo tema, más las mujeres que su trabajo, y no es porque conozca los secretos más íntimos de Venus, simplemente es un tema importante para su temprana edad. Lee bastante, ahora bien, se trata de libros monotemáticos y por tanto magros sino existe otra visión de la de estos autores. La política, la filosofía, la religión, la historia, la antropología o la sociología son temas interesantes para él pero no tiene tiempo de leer a Fernand Braudel o Clifford Gueerzt. Tampoco lee mucha poesía pero sí mucho a Federico García Lorca, considera perder el tiempo en conocer a poetas menores como Felipe León cuando el primero es el mejor poeta de su idioma del siglo veinte, dice veinte porque el otro gran poeta español es Luís Góngora o eso ha leído en un artículo periodístico. Es consciente que no riega vergeles con la riqueza simbólica de sus dos ejemplos a seguir poéticos, tampoco es una cruz que soportar, el regalo de la vida es ser una persona vulgar como los demás y trabajar cada día para mejorar su prosa. Porque escribe únicamente prosa, el verso es demasiado bello para una persona tan cruda como él, demasiado rico para una persona que escribe temas pauperizados como él, demasiado metafísico para una persona realista como él. Es consciente que ha escrito cuentos sociales sin no ser vulgares críticas sociales, además, se sintió un hipócrita tratando sobre estos temas, él que no cree en la Iglesia ni partidos políticos ni sindicatos ni en la mayoría de las ONGs. Entonces a qué cuento venía escribir sobre la pobreza o sobre las injusticias que sufren las personas, cuando uno escribe tiene que creer y querer en ello, a no ser que seas un vividor de la literatura y así se alimente la cuenta corriente. Pero su cuenta corriente se alimenta con el trabajo de una fábrica, sí, un escritor que trabaja en una fábrica, no quiso estudiar porque era y es indisciplinado, no confundir con la trágica historia infantil de Charles Dickens, él leía mucho y no estudiaba nada, leía libros de Charles Bukowski, Henry Miller o el Marqués de Sade, autores cultos aunque no sirven para aprobar los exámenes. De todas formas, ¿olió los aromas más recónditos de tales jardines o únicamente sintió e imaginó las esencias de las dalias más visibles de las zonas? La respuesta estaba narcotizada en su interior aunque incluso ella tenía momentos de lucidez y torturaba al escritor para que no se olvidase de ella. Abandonó los estudios para así exiliarse al mundo del consumismo con un sueldo nefando, sin embargo, poco a poco, año a año, subía su mensualidad y ascendió hasta el famoso mileurista de la época que le ha tocado vivir en su juventud. La persona que no es culta no significa que automáticamente sea un ser ignorante, existe la escala de colores y él no es un estúpido, tiene un potencial intelectual que no explota del todo a causa de su indisciplina, cree lógico ser así por que es un artista a pesar de la advertencia de Picasso, que la inspiración te encuentre trabajando.
Así nos encontramos ante una persona inmadura e idealista para él mismo ya que sus pensamientos sobre los demás en general y la sociedad en concreto es una persona muy pesimista. Pensamiento que no le quita de la cabeza la idea que de algún día conseguiría publicar un recopilatorio de sus relatos. No cree en vivir de la literatura, salir en los pocos programas literarios de televisión o radio, simplemente ganarse un sueldo extra vendiendo libros, cualquier escritor que hablase con él le contestaría que está loco por creer que se puede ganar dinero publicando. ¿Y qué? Él contestaría que seguiría escribiendo a pesar de no publicar nada jamás, a pesar de vivir en una isla desierta, o pero aún, si fuese el único superviviente de una guerra nuclear. Sin duda, este es el verdadero éxito de un escritor, su propia terapia, alguien que piensa así puede escribir con plena liberad creativa, al menos antes de entrar a alguna editorial que ya es más de las vidas de otros muchos autores. E aquí la causa de su temática sexual juvenil, es libre, no conoce el desierto editorial. Es un escritor que escribe sobre los éxitos de alcoba que no ha practicado en su vida real, realmente era una persona introvertida que ahoga la vergüenza con el alcohol. Bebe cerveza, güisqui, ron, ginebra y odia el tequila por experiencias negativas en tiempos adolescentes. Quizás por eso que ya no tiene más tinta para escribir sobre el mismo tema, había estado años componiendo posturas sexuales sin haberlas practicado y la mentira pronto o tarde desgasta. Porque él está desgastado por su idealismo interno, por fin reconocía la verdad, está solo y no la soledad equilibrada, sino la soledad perpetua que nota a nota colma en una tortura interna, en un sintonía autodestructiva que no se quiere controlar aunque se excuse a sí mismo que no puede controlar. Y tampoco ya es tan niño, tiene casi treinta años y piensa como uno de casi dieciocho, escribe cuentos inmaduros para sus coetáneos porque refleja la sociedad despistada de la realidad, consumista de la música y la algazara nocturna cuando una sociedad es mucho más profunda que una buena noche. No pasa nada, tiene tiempo para escribir los grandes temas de la vida ¿existe Dios? ¿El bien triunfa ante el mal? ¿Se vive en una democracia? ¿España es más que una selección de balón pie? Pero ya tiene casi treinta años y todavía vive con sus padres, no ha tenido relación seria con una mujer y está totalmente desubicado de las noticias. Hoy quiere acabar con esa negatividad, escribir realismo sin el panfleto de ciertos críticos sociales. Ha comprado varios periódicos para encontrar una noticia que le motive en su nuevo estilo literario. Lee en la prensa que están desahuciando muchas personas y siente una rabia que nace y casi muere al mismos instante, no es la única noticia trágica, en España a finales del año dos mil doce roza los seis millones de parados. No le apetece vivir en una sociedad tan injusta aunque no se siente el culpable. No es cuestión de culpabilidad le comentó un vecino en una ocasión, sino de responsabilidad de cada persona de elegir su camino, no obstante, cuando vives en una sociedad la cual te facilita antes comprar un piso que alquilarlo a pesar de no tener un trabajo seguro cuánta responsabilidad tiene el ciudadano y cuánta el poder. Él se pregunta cómo escribir sobre estos temas sin ser liso. Así que llena su copa otra vez de anís para construir la inspiración que no ha podido encontrar con la música, es un tema de moda en España, los desahucios, un hecho que a él personalmente no le gusta frivolizar como están haciendo algunos medios de comunicación en general y la derecha mediática en particular.
Tiene solo una maldita frase y con razón ¿cómo escribir de algo que ni ha vivido?  Resignarse a escribir de un tema ya es algo frustrante y siente la necesidad de dar el siguiente paso pero todavía se siente hipócrita. Así que se levanta de su asiento para salir de la casa y dar una vuelta por el barrio para saber que se cuece por las calles, en éstas encuentra bares con discusiones de cualquier deporte y alguna crítica destructiva a los políticos y banqueros, encuentra que no es el único despistado aunque no siente apego hacia esa gente a pesar que tienen la misma sensibilidad hacia el alcohol. Está tomando su segunda cerveza solo y se le junta un beodo hablando de un tema o de otro que lo considera una estupidez, el borracho y sus amigos están bromeando pero él no está de buen humor, así que deja la segunda cerveza a medias y se dirige a otro bar, otro fracaso y no quiere seguir indagando más en locales de índole parecida ¿dónde ir? ¿Volver a casa? ¿Ir al centro de la ciudad en el la cual hay bares menos vulgares? No es mala idea en un principio pero la realidad es demasiad dura, tampoco encuentra en estos bares personas menos despistadas que él, encuentra personas embarnizadas educadamente lo cual no es sinónimo de interesantes ¿hay alguien en esta ciudad armado con palabras, frases, pensamientos y reflexiones dignas de ser escuchadas? La respuesta es pesimista y ya ha tomado el suficiente alcohol para perder el equilibrio de la vergüenza, inicia una conversación con dos chicas veinteañeras, no son dos deidades pero él tampoco es un dios escultural de la antigua Grecia, las jóvenes en un principio se ríen de él y a los pocos segundos intentan deshacerse de nuestro escritor, éste, se anticipa a la jugada disculpándose y justificando su comportamiento por su divorcio, ha perdido el piso y a su hijo, enseguida enseña la fotografía de su sobrino de cinco años que desinteresadamente interpreta el papel de hijo de divorciados. Las chichas no tienen realmente un telón de acero y se compadecen de él, preguntan los motivos del divorcio, si ve mucho o poco a su hijo, le explican que el alcohol no es la panacea de sus problemas y otros sermones que él hace escuchar con mucho interés. A una de ellas, la más agraciada, le suena el teléfono móvil, es su pareja que llama para cenar con ella, no obstante, la segunda, la menos agraciada, insiste en que no quiere interpretar en otra cena la buena amiga y sobretodo el triste personaje de aguanta velas, prefiere quedarse con él que ya ha confesado su pasión por la escritura para soportar sus desgracias personales. La primera se va del local y quedan solos la segunda y el escritor, piensa que no es mala idea, ya ni se acuerda de los desahuciados ni de su superación de la prosa magra. Él habla de su literatura, de sus autores favoritos creyéndose el entendido y ella la despistada analfabeta funcional, sin embargo, ella le contesta que estudia filología hispánica, es más de Francisco de Quevedo que del pedante de Góngora, opina que Bukowski es un autor contradictorio ya que una persona que en un principio no tenía ambición llegó a ser un escritor considerablemente bueno. Le habla de autores que le gustan a ella como Luís Martín-Santos, Pío Baroja o Jorge Luís Borges, escritores que él abandonó la lectura porque le untó la complejidad. Ya no se siente cómodo en una plática en la cual él no es él bogante, se siente estúpido porque una muchacha casi diez años menor que él tiene una opinión propia de la obra borgiana, algo imposible de leer para él. Siente tanta frustración que se disculpa y le recita mil excusas pero tiene que irse, no se encuentra bien, al día siguiente tiene que ver su hijo y no quiere que le vea con cara resacosa. Ella le pide el número de teléfono móvil, se inventa uno y se va huyendo como si en aquel local hubiese un incendio.
Ya está en su cuarto otra vez, con esa maldita frase estéril incapaz de reproducirse. Está claro que no es capaz de hilar la tragedia social que están viviendo muchas familias en su ciudad y el resto de España. No tiene los suficientes conocimientos para componer una obra intelectual, filosófica, histórica o cualquier otra índole. No es exigente consigo mismo ni autocrítico, no quiere entender el porqué de su bloqueo artístico, parece que la culpa es de fuera cuando es de dentro. Ni por un segundo reflexiona que ha vallado su camino por no reconocer que es un maguillo y podría haberse cultivado conociendo a la joven menos agraciada físicamente. Reconocer uno mismo su vulgaridad es tarea secreta y dura pero no entender las palabras sabias de una veintañera es una autocrítica nefanda para él, en el fondo reflexiona que es la prueba de años perdidos en quién sabe que lugares. Por este día, por este sábado está bien de ensanchar reflexiones sin trabajar, se intenta convencer que caminar por tierras lorquianas es suficiente a pesar de no reconocer todas las flores del vergel, en un principio no se lo cree aunque el anís es suficientemente convencedor.